¡Así es, señoras y señores, llegó la primavera a estas latitudes! Aunque, ahora que veo, el termómetro no lo confirma... Ah si, está frío afuera, y el viento definitivamente no ayuda (aunque el viento es parte de la primavera, por la parte de las cometas y eso, ustedes saben...). No calor, no golondrinas, no alborotamiento de hormonas adolescentes, la primavera llegó calladita el pasado 22 de setiembre, a la hora... de tarde, ponele, no se muy bien porque no me avisó; el hecho es que está acá y llegó para quedarse. Bueno, por un rato, hasta que nos aburramos de ella e imploremos la llegada del verano, para poder quejarnos del calor y esperar que llegue el otoño, para que nos molesten las hojas caídas y querramos que venga el invierno de una vez, para que llegue el frío y pedir que se vaya, para que venga la primavera y ustedes saben el resto.Pero bueno, alegría por esta primavera que suponemos está por ahí, escondida atrás de una de las tantas nubes que cubren el cielo, esperando el momento apropiado para aparecer con su pelusa de árboles, veranillos, inviernillos, vientos y mitos sobre los amores de primavera. Que cosa que odio la mentira del amor de primavera, casi tanto como la pelusa inmunda que tantas conjuntivitis(es) nos regala...
Es cuestión de tiempo para que la alergia suplante a la gripe en el top10 de enfermedades que uno puede percibir esperando el ómnibus: en invierno uno llega a la parada y lo reciben con un estornudo en la cara, en cambio en la primavera... sí, claro, con la alergia la gente también estornuda. Pero no me van a comparar un estornudo de invierno, frío, sin alma, una mugre de estornudo, con un estornudo primaveral, con esos ojos llorosos por los amables plátanos que nos llenan las tardes (y las veredas y las calles y las pelotas) con sus semillitas viajeras.
Con respecto a este temas, ni se imaginan la cantidad de científicos que han pasado sus vidas intentado definir las diferencias entre un estornudo de invierno y uno de primavera... No, yo tampoco me lo imagino, y en Wikipedia no está, así que lo dejo por ahí. ¡Pero deben haber sido unos cuantos!
Por ahora, sólo nos queda esperar el dulce calor de la primavera, atenuado por las suaves brisas, utilizadas por los graciosos niños que remotan cometas al lado del cableado del alumbrado público, agraciados con la inmortalidad del ignorante (la cual acaba cuando uno comprueba empíricamente que por ahí pasa corriente eléctrica, y deja de ser ignorante e inmortal).
Ya extraño usar camisetas de manga corta y exhibir mis marcados bíceps. Ah, que curioso, ahora que lo veo bien, eso que se marca es un hueso. Algo me dice que debería hacer ejercicio...
Que linda la primavera, debe ser el polen que me penetró en el cerebro y me tiene así, como hippie, todo me parece lindo... Mis neuronas abandonaron la sinapsis, ahora se comunican mediante arco iris... Necesito un antídoto, esto de las vacaciones de primavera me tiene raro, creo que lo mejor será descansar, ¿o acaso no fue Einstein quien desarrolló su teoría de la relatividad mientras dormía? ¿Ah no? Mal yo, ya me parecía que Einstein no dormía. En fin, como les venía diciendo... Ok, me olvide de lo que venía diciendo (y con "diciendo" me refiero a "pensando", lo que pasa es que mis dedos son más lentos que mi razón).Como sea, supongo que en el correr de la primavera escribiré algo... Hasta entonces, lectores y lectoras.
Y recuerden: el vino mejora con el tiempo; Opposing Force no.
13 de octubre, un año de Opposing Force, 100% libre de alcohol.
