martes, 20 de agosto de 2013

XVII Olimpíada Uruguaya de Química


Interrumpo la programación habitual para contarles que se viene una nueva Olimpíada Uruguaya de Química. Este año lo venimos difundiendo con otros ex-olímpicos, que somos estudiantes (generalmente de Facultad de Química, no es el caso de quien escribe) que nos hacemos un tiempo para ir a donde se pueda y contar de qué se tratan las olimpíadas, porque nos gustó la experiencia y queremos compartirla. Como yo ahora, con ustedes. Permiso.

¿Quién las organiza?

Desde 2009 las organiza Facultad de Química, a través del Programa Olimpíada Uruguaya de Química (POUQ). Este programa cuenta con una dirección general y una comisión científica conformada por un conjunto de profesores de la facultad.

Objetivos

El programa tiene como objetivos estimular el interés por la química y promover un mayor conocimiento de ella, así como despertar posibles vocaciones (créanme, pasa).

¿Quién puede participar?

Pueden participar estudiantes de secundaria y UTU, separados en tres niveles de competencia: nivel 1 corresponde a estudiantes de 1º a 4º año, nivel 2 a estudiantes de 5º y nivel 3 a estudiantes de 6º. ¿Por qué diferentes niveles? Porque cada nivel tiene su propio temario, con temas comprendidos en el programa de secundaria, y su propia prueba.

Etapas

La olimpíada tiene dos instancias: departamental y nacional. La etapa departamental es el próximo 7 de setiembre, ocurre en simultáneo en cada departamento y consiste solamente en una prueba escrita. Aquellos estudiantes que obtengan un puntaje suficiente clasifican a la etapa nacional, que será el 14 de diciembre en la Facultad de Química, en Montevideo. En esta instancia, en la que compiten participantes de los diferentes departamentos, el nivel 1 tiene una prueba escrita, mientras que los niveles 2 y 3 tienen una prueba escrita y otra práctica.

Además de las pruebas, hay otras actividades en la olimpíada nacional, por lo que es una jornada bastante extensa (arranca temprano y termina de tarde) pero muy agradable. La idea no es que vengan, hagan la prueba y se vayan, sino que participen de las actividades recreativas y, sobre todo, se queden a la ceremonia de clausura, en la que se entregan medallas y menciones por nivel.

Un detalle importante: van menos temas para la olimpíada departamental que para la nacional, así que todavía hay suficiente tiempo para prepararla.

¿Algo más?

Sí, puede haber más. Aquellos participantes con un puntaje destacado pueden participar de un entrenamiento intensivo que comienza en enero del año que viene y clasifica a las olimpíadas internacional e iberoamericana de química. Estas competencias también están destinadas a estudiantes de secundaria y son una experiencia única, en la que Uruguay cada vez obtiene mejores resultados. Por ejemplo, en 2012 y 2013 se obtuvieron menciones honoríficas en la olimpíada internacional (un logro enorme) y en la iberoamericana cada vez nos va mejor (en 2012 se trajeron un oro y tres bronces, este año está por verse).

¿Por qué difundir?

Porque no sólo son una gran experiencia por sí solas, sino que también ayudan a afirmar conocimientos y a orientarse sobre qué hacer en un futuro (a varios nos han ayudado a elegir carrera). Porque cuantos más participan, se observa un mejor nivel. Porque cuanto mejor es el nivel, mejor nos va a nivel internacional. Porque hay un montón de profesores que trabajan muchísimo para que todo funcione y debe darse a conocer este resultado espectacular que son las olimpíadas (y no los tengo en ninguna materia, así que no saco nota por esto). Pero sobre todo, porque están buenísimas. Si no me creen, prueben y me dicen.

¿Cómo anotarse?

Los temarios y los formularios de inscripción están en el sitio oficial de la olimpíada. Además, hay una página  oficial en Facebook y un grupo de la misma red social, manejado por ex-olímpicos, donde pueden sacarse todas las dudas que tengan. Si son sobre la olimpíada, mejor.


Eso es todo. Anímense, vale la pena.

domingo, 11 de agosto de 2013

Lejos

No olvido más aquella noche. Tenía como costumbre salir a caminar cuando los días resultaban largos, esperando que los problemas se perdieran en la oscuridad. Caminé sin rumbo, sin darme cuenta de que la ciudad se terminaba, hasta que levanté la vista y descubrí el que sería mi refugio. El campo, negro e inmenso, se extendía a ambos lados de la carretera, ofreciendo su silencio sin hacer preguntas. Me senté en una loma alejada del camino, sobre el suelo húmedo, para contemplar el cielo estrellado y pensar. Sobre todo pensar.

¿Qué estaba mirando? El cielo, pensé. Más precisamente, las estrellas. Lo bueno de estar fuera de la ciudad era ese arreglo infinito de luces lejanas y frías. ¿Frías? No lo había pensado hasta ese momento, pero una estrella era todo menos fría. Claro que no ayudaban a soportar mejor la helada, pero cada una de ellas era tan abrasadora como las demás. Cada una era un mundo encendido, viajando en silencio a través del espacio interminable, atado por fuerzas invisibles, quién sabe desde cuando, quién sabe hacia dónde.

Intenté imaginarme a una estrella cualquiera. La vi -creí verla- suspendida en la nada, inmensa, girando, y dudé. ¿Estaría sola? Podría estar acompañada por otra estrella, pero ese no era el caso. Mi pregunta era: ¿habría algo más?

Me sentí minúsculo y estúpido. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Era de esperarse que habiendo tantas estrellas, hubiera otros tantos mundos, cada uno en su órbita alrededor de una o más de ellas. La pregunta inmediata, casi instintiva, fue: ¿viviría alguien en ellos? Sentí que no daba a la pregunta la magnitud que merecía, por lo que la formulé otra vez: realmente, ¿vive alguien en alguno de ellos?

No podía contemplar al mismo tiempo todo lo que implicaba la existencia de otra civilización. ¿Cuándo habrían aparecido? ¿Cómo? Eran preguntas que no podía contestar bien sobre nosotros, mucho menos sobre ellos. ¿Que habrían tenido que pasar para llegar hasta donde estaban ahora? Apenas conocía detalles sobre la historia en mi planeta, ¿qué podría entender de la suya? ¿Cómo estarían organizados? Mi mente pasaba de temas fundamentales a irrelevantes en segundos, preguntando. ¿Cómo son? ¿De qué están hechos? ¿Qué escuchan? ¿Escuchan? ¿Ven, sienten, viven como nosotros?

Supuse que si su mundo era parecido al nuestro, ellos también lo serían, pero no habrían vivido nada de lo que vivimos nosotros. Su historia, la historia de todos, estaría escrita de otra manera. Me dolía el cuello, no había dejado de mirar para arriba en ningún momento; bajé la vista y pensé en la ciudad (y el mundo) que tenía detrás mío. Y en el suyo.

¿Tendrían amigos allá? ¿Familias? ¿En qué creerían? ¿Se odiarían, como nos odiamos nosotros? Quizás habían superado esa etapa, ¿pero si no? ¿Intentarían dominarse entre ellos? ¿Pasarían hambre? ¿Se dejarían morir unos a otros? ¿Se matarían, ellos también, por un ridículo pedazo de escombro flotando en un espacio más grande que el que pueden entender?

Levanté la cabeza, molesto, y una luz me impidió mirar al horizonte. Entre tantas ideas olvidé que tarde o temprano se hacía de día. Me paré mientras el sol amarillo corría a las últimas estrellas, calculando cuántas horas podría dormir antes de que mi familia, que no entendía de especulaciones interplanetarias, tirara abajo la puerta de mi cuarto. "Suficientes" pensé, mientras emprendía el regreso a casa, con mi última interrogante a cuestas: ¿alguien más, en algún lugar perdido del Universo, se preguntaría lo mismo que yo?



Detrás mío, nuestro segundo sol hacía su brillante salida unos minutos después que su hermano, como todos los días.