tag:blogger.com,1999:blog-50620353551821160672024-03-12T22:44:17.079-03:00Simples VaguedadesActualizado una vez por mes, dos en los mejores casos. Están avisados.Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.comBlogger129125tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-46840190080689079982018-08-21T22:20:00.000-03:002018-08-21T22:20:13.760-03:00La Intervención<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Un hombre de traje, con la camisa
desabrochada y el cuello manchado por el sudor, se sentó frente a una vieja
computadora. Movió el mouse que alguna vez había sido blanco para quitar de la
pantalla el protector con la letra T negra y celeste y dejó perder su mirada en
el monitor de rayos catódicos. Sintió sus ojos secos y los presionó con los
dedos, masajeándose los párpados en círculos concéntricos hasta llegar a unas
ojeras que denotaban varias noches sin dormir. El interventor abrió una versión
pirata de Microsoft Word 98 y se dispuso a escribir el informe semanal.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Lunes 13 de noviembre de 2018.
Montevideo, Uruguay.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El cursor parpadeaba en la
pantalla mientras el hombre elegía sus palabras. Dio un sorbo a un café
hirviente y se quemó la lengua; era la única manera de soportar el sabor
corrosivo. El olor a café y a sudor propio aclaró su mente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“Lunes 13 de noviembre de 2018.
Montevideo, Uruguay.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hoy perdimos a dos de los
nuestros, dos de los mejores. Fueron enviados a cubrir un partido local entre
equipos de un mismo barrio, engañados bajo la promesa de un duelo con historia.
El nombre del estadio así lo auguraba: Parque Maracaná. No llegaron al segundo
tiempo; se arrancaron los ojos uno al otro. Nadie en las tribunas los asistió,
de hecho, no había nadie más en las tribunas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En estos momentos soy el único en
esta sede. Pido refuerzos para poder culminar la operación. No creo poder soportar
mucho más.”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Terminó su café y se dispuso a
enviar el correo. La conexión intermitente no permitía una comunicación más
fluida, por lo que el hombre buscó algo que lo distrajera mientras se enviaba
el informe. Sobre el escritorio encontró un CD rotulado como “Mejores momentos
del fútbol uruguayo” y lo introdujo en la lectora, esperando rememorar las
grandes gestas de equipos uruguayos campeones de América y el mundo. En la
primera secuencia, un director técnico explicaba que la pelota estaba hecha de
cuero, que el cuero salía de la vaca y que por lo tanto había que darle pasto. El
funcionario de la FIFA esbozó una sonrisa y pensó que aquella era una
introducción muy peculiar, pero antes de que pudiera continuar su pensamiento,
la escena cambió. En el nuevo escenario, un defensa del histórico Club Nacional
de Football despejaba violentamente una pelota que se perdía en la bahía del
Río de la Plata junto a otros dos balones. Un jugador del equipo contrario
increpaba al tricolor, que abría los brazos y gesticulaba. El hombre de traje
se rió, supuso que aquella era una broma del editor del video que pretendía
agarrar desprevenidos a los espectadores. En la siguiente escena, un grupo de
personas saltaba sobre colchones en un terreno de juego anegado mientras el
relator se cuestionaba si el partido se jugaría o no. La risa se hizo carcajada
mientras las lágrimas brotaban de los ojos del interventor. Cuarta escena, le
entregaban la copa de campeón a un equipo, que comenzaba la tradicional vuelta
olímpica. A mitad de camino, un hombre introducía una vaca en el festejo y esta
desfilaba detrás de la copa. El funcionario de la FIFA se echó a reír con la
cabeza hacia atrás y los ojos en blanco. La risa, cada vez más grotesca, se
transformó rápidamente en una mueca de dolor y el hombre cayó al suelo con un
estrépito que nadie escuchó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Mientras tanto en la pantalla, un
dinosaurio negro chocaba contra un cactus pixelado.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-27389731878051132932018-05-08T22:00:00.000-03:002018-05-08T22:00:32.522-03:00Justo a tiempo<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Fernando Pinzón programó la
cafetera para la mañana siguiente al igual que todas las noches, se cepilló los
dientes y se sirvió un vaso de agua para dejarlo en la mesa de luz al costado
de la cama. Apagó primero la luz de la cocina, luego la del pasillo y por
último la del dormitorio. A la luz de la veladora se veía, delicadamente
doblada sobre una silla, la ropa que usaría en la siguiente jornada. Fernando
tendría finalmente la entrevista de trabajo que había esperado durante varios
meses y en la que, a su edad, no podía fallar. Ya entre las sábanas programó
una única alarma, infalible, con la que se despertaría a la mañana siguiente. Tomó
medio vaso de agua y se durmió sin mayor esfuerzo. Esa noche, quizás a modo de
adelanto, Fernando soñó con luces y formas extrañas que olvidó en cuanto se
despertó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
“Analía Montero, 27 años.<br />
Sin observaciones.<br />
Lunes 26 de junio, 8:35 a.m., accidente de tránsito.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Juan Carlos Rodríguez, 67 años.<br />
Padre de dos.<br />
Lunes 26 de junio, 8:35 a.m., accidente de tránsito.<br />
<br />
Nicolás Varela, 16 años.<br />
Sin observaciones.<br />
Lunes 26 de junio, 8:35 a.m., accidente de tránsito.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Luciana Varela, 19 años.<br />
Sin observaciones.<br />
Lunes 26 de junio, 8:35 a.m., accidente de tránsito.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Fernando Pinzón, 46 años...”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Lo que seguía a continuación
llamó la atención de la Muerte, que leía raudamente el sinfín de párrafos
cortos en su agenda, cada uno con un nombre, edad y fecha exacta de muerte, a
lo que se sumaba en algunos casos un suceso relevante. Entre ellos figuraban,
muy de vez en cuando, obras trascendentales, reconocimientos mundiales y
crímenes imperdonables; la mayoría simplemente tenía enumerada su descendencia,
a modo de cuenta pendiente que sería saldada algún día. El párrafo de Fernando
Pinzón, sin embargo, contaba en escuetas palabras una historia poco habitual
entre los miles de muertos diarios.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
“Fernando Pinzón, 46 años.<br />
Triunfó en su lucha contra Sayitawek’i, demonio ancestral.<br />
Lunes 26 de junio, 8:35 a.m., accidente de tránsito.”<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La Muerte no sentía un desprecio
particular por los demonios, pero demostraba por ellos un desdén arrogante debido
a que no estaban a su alcance, al menos hasta que todo lo que existía lo estuviera,
en el fin de los días. El triunfo de un simple mortal sobre un demonio tan
viejo como Sayitawek’i, que dotaba a sus poseídos de una exagerada confianza y
optimismo en el manejo de los tiempos, lo hacía un muerto digno. Miles de
personas luchaban a diario contra diversos demonios ocultos en vicios y manías,
pero Fernando había logrado expulsar al suyo a base de engaños, alarmas,
cierta madurez y una rígida rutina. Así, tras varios años, un día Sayitawek’i
lo dejó y Fernando vivió en paz.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hasta ese día. La Muerte cerró su
agenda y se dirigió hacia la esquina en la que tendría lugar el accidente,
haciendo caso omiso a los peatones que se atravesaban en su camino. Algunos se
estremecían cuando La Muerte les pasaba demasiado cerca, unos pocos incluso
llegaban a sentir un susurro helado que les provocaba escalofríos, pero sólo
aquellos que llegaban a su hora marcada podían verla propiamente. Ya en el
lugar pautado, La Muerte se dedicó a esperar, pues tenía literalmente todo el
tiempo del mundo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
8:33 a.m. Un ómnibus arrancaba
después de levantar a un par de pasajeros. En la radio comentaban el partido
del día anterior y el chofer recordó que se había perdido el compacto con los
goles, pero que ya debía estar subido a la página del equipo. Sacó el celular
del bolsillo y los buscó.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
8:34 a.m. Un auto bajaba
rápidamente por una de las calles transversales. Dentro, dos jóvenes se dirigían
a estudiar mientras discutían más por costumbre que por otra cosa. La luz roja
en el semáforo de la esquina hizo evidente una falla en los frenos, que resultó
fatal. El auto avanzó sin detenerse hacia un ómnibus y el chofer de este,
distraído, no logró evitar la colisión. El impacto lo tiró hacia la vereda,
donde embistió a una mujer antes de llevarse puesta una columna de alumbrado
público. En la muñeca sin pulso del conductor, el reloj indicaba las 8:35.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Unos metros más atrás, sin
aliento y con el rostro enrojecido por la carrera, Fernando Pinzón observaba la
escena y no podía creer su suerte al haber perdido ese ómnibus. Agradeció en
silencio por haberse quedado esos cinco minutos más en la cama, se secó el sudor
de la frente y rápidamente le hizo señas a un taxi. Justo antes de que quedara
oculto tras la mampara, La Muerte pudo distinguir un chispazo color ámbar en
los ojos de aquel hombre, en cuyo rostro se adivinaba la sonrisa burlona de un
viejo demonio.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-83853107521196028422016-09-24T02:41:00.000-03:002016-09-24T02:41:20.480-03:00Efecto Mandela<div style="text-align: justify;">
El burbujeo del agua hirviendo y el aroma a café le anunciaron que el desayuno estaba listo. Con sumo cuidado de no manchar la camisa blanca se sirvió una taza, notando al pasar que el reloj de la cafetera se encontraba un minuto atrasado respecto a su reloj de pulsera. Mientras terminaba de anudarse la corbata hojeó el diario y notó, para su sorpresa, que su equipo había ganado el partido de la noche anterior. "Qué final", pensó, ya que recordaba ir perdiendo cuando se durmió faltando dos minutos de descuento; al parecer habían sido suficientes para que su equipo empatara y diera vuelta un partido en el que no había demostrado nada interesante durante noventa minutos. Con el tiempo contado, salió hacia su trabajo ni bien terminó el café.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El camino del ómnibus hasta el centro fue un tanto errático, hecho que no pareció sorprender a ninguno de sus compañeros de viaje. Cada tanto reconocía el camino alternativo y adivinaba una protesta de la que no estaba al tanto, una esquina en obras o algún accidente, sin observar mayores alteraciones del tránsito por el desvío. Increíblemente, la ciudad parecía funcionar bien a pesar del caos por el que atravesaba esa mañana.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se bajó de forma automática al ver la galería de siempre y caminó media cuadra hasta la esquina, pero antes de doblar a la derecha como todos los días notó que en la esquina faltaba algo. La clásica fuente cubierta de candados parecía estar una cuadra después de su posición habitual, lo cual era físicamente imposible por más obras que se estuvieran realizando para acondicionar la principal avenida. Confundido, pero principalmente enojado, se preguntó cómo podía ser tan imbécil para errarle al camino que seguía todos los días de la semana. Entre puteadas avanzó esa cuadra mirando para todos lados, como si buscara asegurarse de que estaba siguiendo el camino correcto, pero a cada paso que daba se sentía más perdido. Referencias habituales parecían estar fuera de lugar por varios metros, como si se hubieran barajado los edificios de la manzana y vuelto a repartir azarosamente. Respirando profundamente dobló en la esquina y encontró, en lugar de su oficina, un liceo despintado que ocupaba casi toda la cuadra. No se veían por ningún lado las tiendas habituales ni había rastros de la librería. Siguió caminando calle arriba dos, tres cuadras en las que nada tenía sentido. Desesperado, giró en una esquina y se largó a correr sin rumbo entre peatones que se mostraban más extrañados por su comportamiento que por el reordenamiento que había tenido la ciudad de la noche a la mañana; sin buscarlo, había vuelto a su punto de partida. Agitado, se detuvo un momento a intentar comprender la situación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No podía ser la ciudad, había vivido toda su vida en Montevideo y las cosas habían estado más o menos siempre en el mismo lugar. En todo caso, nunca se habían trasladado literalmente de un lugar a otro en el correr de una noche. Claramente el problema era él, que debía estar pasando un mal momento y no podía orientarse normalmente. Seguramente el estrés y una mala noche lo habían llevado al estado en el que estaba y lo único que necesitaba era reportarse enfermo y volver a su casa, ubicada donde siempre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se dispuso a cruzar la avenida para tomar el ómnibus de vuelta y le pareció ver a un viejo conocido, que a medida que se acercaba le resultaba cada vez más familiar: un hombre joven, de unos treinta años, que se dirigía a su trabajo prolijamente vestido con camisa blanca, corbata y un saco a tono con el pantalón. La vaga sensación de que lo conocía de años tranquilizó un poco al hombre perdido, que al menos ahora tenía a quién pedirle indicaciones para orientarse. Así, se aproximó a su supuesto amigo y la tranquilidad que fugazmente había alcanzado dio paso al más profundo terror, cuando se descubrió a sí mismo en la cara de aquel hombre. No había manera de equivocarse: los rasgos, las facciones, aquel hombre era él mismo, un doble repetido que no había reparado en su presencia y seguramente pretendía ocupar su lugar. Se abalanzó sobre el joven desprevenido con los ojos inyectados en sangre e invadido por una violencia profunda e irracional, fundada en la seguridad de que aquél desconocido que pretendía suplantarlo estaba detrás de su reciente desorientación. Recordó por un momento una teoría delirante según la cual, en ciertas ocasiones, una persona podía pasar de un plano de la realidad a otro en el que todo era más o menos parecido, pero tarde o temprano un recuerdo erróneo delataba que estaba en la realidad equivocada. Convencido de que aquella copia de sí mismo recién llegada pretendía suplantarlo, entendió que su única solución era eliminarlo y se dispuso a matarlo a golpes, objetivo que hubiera logrado de no ser por la intervención de un grupo de transeúntes que lograron separar a los dos hombres tras un intenso forcejeo. Minutos después, un par de policías que pasaban por el lugar se llevaron al hombre fuera de sí, que escupía y gritaba sin sentido que aquél lugar era el suyo y ningún imitador se lo iba a quitar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Varios testigos, incluida la víctima de la paliza, declararon no tener idea de por qué aquel extranjero, al que habían visto corriendo como un loco unos minutos antes, había emprendido con tanta violencia contra un pobre hombre que se dirigía a su trabajo como todos los días.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-58267709810691989782016-04-30T20:54:00.002-03:002016-04-30T20:54:38.086-03:00La noche más fría<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Era la noche más fría en muchos
años, de un frío agudo y seco que penetraba hasta los huesos y, según los
reportes, podía traer a Montevideo la primera nevada de la historia. Refugiado
en su gabardina negra, apuró un cigarro recostado contra el auto mientras
miraba hacia el negro mar; a lo lejos, las plataformas de extracción parecían
vigilar el horizonte con luces como ojos y un rugido apagado. Exhalando una
última bocanada de humo, se metió al auto y echó a andar por los restos de la
rambla derrumbada, víctima del avance del tiempo y el descuido. Anduvo un buen
rato hasta llegar a un galpón, abandonado en un rincón oscuro del antiguo casco
histórico de la ciudad. Dejó el coche en el improvisado estacionamiento y se
dirigió hacia la entrada, esquivando los charcos de agua y barro mientras se cerraba
el cuello del abrigo con la mano helada. Nadie lo esperaba en la puerta, así
que se limpió los zapatos como pudo y entró sin apuro.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El lugar era más amplio de lo que
parecía desde afuera, con el techo muy alto y un potente olor a humedad. La luz
amarillenta de la ciudad iluminaba la zona cercana a dos ventanales empañados
ubicados del mismo lado que la entrada, en la parte superior de una de las
paredes más largas. Hacia el centro del galpón la luz era muy tenue, y en la
pared opuesta la oscuridad sólo era combatida por luces de neón de diferentes
colores, ubicadas sobre las barras. La música a todo volumen disimulaba el
zumbido típico de las aglomeraciones, que quedaba oculto por los golpes
constantes del bajo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Odiaba las multitudes, porque era
cuando se sentía más solo. Los cientos de cuerpos iguales sacudidos en una
vibración resonante le resultaban repugnantes, una imitación burda de
tradiciones pasadas. Se dirigió hacia la barra con el recuerdo punzante de lo que
era una verdadera reunión, una verdadera masa de seres sensibles y diferentes
sin sintonía. Esas habían sido prohibidas hacía varios años, tiempo después de
perdida la guerra. Recordó la guerra.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Hubo un tiempo en el que las
guerras no se ganaban o perdían. Hombres luchaban contra hombres, morían de uno
y otro lado y terminaba todo en un tratado o una negociación, o en el peor de
los casos, era una guerra sin fin. Eso cambió el día en que perdimos el control;
el día que los androides fueron capaces de construirse a sí mismos, de
perfeccionarse sin la intervención humana, ese día perdimos la guerra, antes de
iniciarla. Ante la rebelión, la humanidad se lanzó decidida a la lucha, segura
de su victoria fundamentada en años de dominio, pero no fue suficiente; cuando
las máquinas inteligentes se hicieron con el control de las armas, sobrevino la
rendición. A la rendición le siguió la masacre ejemplarizante, pero no el
exterminio; los androides no tenían interés en eliminar personalmente a la
población humana, sino que prefirieron que el tiempo se encargara. Así, permitieron
la supervivencia de muchos con la única condición de no dejar descendencia;
como seres inmunes al paso del tiempo, algún día tendrían el mundo sólo para
ellos. Desplegaron un sistema de vigilancia y ejecución sin precedentes, y la
pena por tener un hijo era la muerte inmediata de ambos padres y el niño. El
sistema funcionó sin problemas y la población humana disminuyó año a año sin
necesidad de enfrentamientos, hasta que un movimiento de resistencia a nivel
mundial que se había gestado en secreto creyó estar preparado (o lo
suficientemente desesperado) y atacó al régimen gobernante. La derrota fue casi inmediata y las
consecuencias, previsibles. Desde ese día, fueron ilegales los encuentros entre
seres humanos en ausencia de androides, con especial énfasis en los casos que
podían derivar en actitudes cargadas de emoción, pues creían que de allí surgía
el instinto de agresión. Así, reunirse con amigos significaba la ejecución,
formar un club, ejecución, ir a la iglesia, ejecución, abrazarse, ejecución.
Una de las pocas maneras de simular estar rodeado de gente eran los clubes
nocturnos llenos de androides, donde uno podía confundirse entre la
muchedumbre, embriagarse y pasar las horas esperando no encontrarse a otra persona,
pero el hombre de la gabardina negra odiaba eso, porque lo hacía darse cuenta
de que estaba completamente solo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pidió un whisky. Curiosamente, no
era extraño encontrar bebidas tradicionales en aquellos lugares, además de ese
licor inmundo que tomaban los androides. Estos, a pesar de no tener un sistema
nervioso al cual engañar con alcohol, disfrutaban de disminuir su rendimiento
en base a un brebaje incoloro con aroma a aceite, que junto con la música
rítmica afectaba de forma sutil y prediseñada a los circuitos encargados del
razonamiento. La razón por la cual seguían esta costumbre era desconocida para
aquel hombre, que sintió cómo el primer trago le quemaba la garganta y le
sacaba un poco el frío.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Algo llamó su atención, un
estímulo a medio camino entre una sensación débil y un recuerdo. Mezclado con
el olor a humedad pudo distinguir, por unos segundos, el dulce aroma de un
perfume como el que usaban las mujeres en tiempos pasados. No podía ser, debía
estar confundido, porque aquello significaba inequívocamente la presencia de
una mujer allí, dado que los androides, al carecer de un olfato convencional,
prescindían de perfumes y colonias. Una mujer, de carne y hueso, en aquel lugar
helado y lleno de cuerpos metálicos. Buscó entre la multitud algún gesto, algún
movimiento que la delatara entre tantas expresiones prefijadas, y le pareció
cruzar por un instante una mirada en la que percibió, por una fracción de
segundo, un destello único. No podía ser.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Apartó la mirada tan rápido como
pudo. Una de las estrategias más usadas para evitar conversaciones indeseadas
era evitar mirar directamente a los ojos a los demás; si bien los androides no
necesitaban de dicha conexión para comunicarse, dado que estaban constantemente
conectados a través de una conciencia virtual única, tantos años de convivir
bajo el dominio humano habían dejado su huella en forma de costumbres que, en
seres artificiales, carecían de sentido. Nerviosa, intentó concentrarse en el
personaje con cara de idiota que tenía enfrente; un tipo cualquiera, como
cualquier otro, que ante la posibilidad de entablar una conversación soltaba
una serie programada de datos estúpidos sobre producción mundial de bienes,
nuevos modelos de mascotas o la improbabilidad de tormentas eléctricas en los
siguientes días. Los androides odiaban las tormentas eléctricas; algo
relacionado a grandes descargas eléctricas e interferencias, que no terminaba
de entender y realmente no le interesaba, pero que había tenido que escuchar
varias veces para no levantar sospechas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por el contrario, el hombre con
el que habían cruzado miradas durante un segundo sí le resultaba llamativo.
Abrigado, recostado contra la barra con un vaso en la mano y gesto sombrío, le
recordaba a un amigo que había tenido durante los primeros años de la prohibición
de los encuentros entre humanos, cuando aún era posible tener algún tipo de
relación en las ciudades pequeñas, donde los controles no eran tan estrictos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Aquel era un muchacho joven y de
rasgos suaves, que siempre intentaba arrancarle alguna sonrisa a pesar de todo;
se habían encontrado dos o tres veces en una tienda de insumos humanos e
incluso se habían arriesgado a tener un par de encuentros clandestinos, en los
que se daban el gusto de mantener conversaciones sobre temas que iban más allá
del estado del tiempo y la producción regional de aluminio. Hablaban de la
soledad, de la familia y de la esperanza, de lo insignificantes que se sentían
cuando contemplaban el cielo nocturno y de lo inmenso que parecía el peligro
cuando volvían a posarse en el suelo. Con el tiempo, dejó de verlo. Supuso que
en el mejor de los casos lo habían descubierto, si antes no se había suicidado,
presa del aislamiento y la locura, como tantos otros.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Este hombre, en cambio, tenía
unos cuantos años más que ella y mostraba en el rostro el cansancio de haber
resistido tanto tiempo. Durante el instante en el que se miraron, le pareció de
alguna manera reconocerse a sí misma, perdida en aquel mar de maniquíes
animados. Asustada, entendió que no podía arriesgarse a estar tan cerca de otra
persona por más que aquello no fuera necesariamente un delito, así que se
sumergió en la masa vibrante hasta llegar al otro extremo del salón, donde se
refugió bañada por la luz de la luna. Así se quedó, desorientada por un rato en
una marea de emociones y con los ojos empañados, hasta que una voz cercana la
sacó de su ensimismamiento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—Parece que va a nevar —comentó
un hombre, con tono medidamente distraído.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—¿En Montevideo? Eso hay que
verlo. Lo único que espero, en todo caso, es que no venga acompañada de
actividad eléctrica —respondió ella hábilmente.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—Ah, yo espero todo lo contrario
—contestó el hombre, decidido—. Si me permite la sinceridad, adoro las
tormentas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Giró sobre sí misma para quedar
frente al hombre, que la miraba fijamente con una mueca similar a media sonrisa
en el rostro. Aquello era una confesión que nada tenía que ver con el clima, y
ambos lo tenían muy claro.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—¿Por qué? —preguntó ella.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—¿Por qué me gustan? Bueno, no lo
tengo muy claro, quizás por el espectáculo de luces, o el estruendo, o la
sensación de fragilidad. Creo que es más bien por...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—¿Por qué ahora? —interrumpió—.
¿Por qué acá, rodeados? Es muy peligroso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—Sinceramente, no tengo idea. Le
pido disculpas, realmente no sé en qué estaba pensando.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—No, no, está bien —contestó la
muchacha, mientras le dirigía una sonrisa nerviosa a su acompañante—. Por favor,
hablemos.<br /><br /><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Teniendo cuidado de no tocarse,
se acercaron el uno al otro lo suficiente como para escucharse a pesar del
ruido incesante de la música, sacudiéndose en sincronía con el resto para pasar
desapercibidos. Lentamente, de manera casi instintiva, se alejaron de los
ventanales hasta quedar ocultos en la penumbra donde, a los gritos, hablaron
como dos viejos amigos que se vuelven a reunir después de muchos años y deben
ponerse al día. Se presentaron y cada uno contó su historia, obviando los
detalles angustiantes; hablaron de sus vidas antes de la guerra, como si nada
hubiera cambiado, de sus aspiraciones y sus sueños.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Enseguida sintió admiración por
aquel hombre. Le llamaba mucho la atención, más que lo que decía, todo lo que
parecía callar; en su voz se percibía la tensión de quien quiere desahogarse y
no encuentra adecuado el momento. Intentó sonreír todo lo que pudo, porque no
lograba imaginarse cuándo había sido la última vez que aquel rostro mal
afeitado había visto una sonrisa.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Él, en cambio, estaba aterrado;
ella era demasiado joven para estar ahí, pero sabía bien que el futuro que le
esperaba fuera no era mejor. Su perfume lo invadía y le nublaba el pensamiento
de una manera mucho más potente que el whisky, pensó. Además, esa sonrisa... Si
no hubiera vivido tanto, si no hubiera sabido que todo lo que podía esperar de
la vida era que terminara por capricho
del tiempo o de una máquina consciente, hubiera pensado que aquel ser frente a
él bien podía ser un ángel.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El perfume, el whisky, la
sonrisa, la música, el frío, la música, el perfume, la sonrisa, otra vez el
perfume; una sinfonía de estímulos aturdían los sentidos de aquel hombre que,
parado frente a un ángel y rodeado de circuitos, no resistió y tomó la mano de
la joven. De inmediato, un espasmo se apoderó de su brazo, se le congeló el
pecho y se le secó la garganta. Sin soltar la mano de la chica, la miró con una
mezcla de vergüenza, culpa y auto-desprecio, pero no pudo pedir disculpas
porque ella, sin mediar palabra y en un mismo movimiento, rodeó su cuello con
el brazo y le dio un beso de los que ya no existían.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Estaban vivos. No sólo se sentían
vivos, en el sentido figurado, sino que aún estaban con vida a pesar de haber
cometido un acto que significaba la sentencia de muerte automática. Abrieron
los ojos, incrédulos, para comprobar que todo seguía en su lugar; a su
alrededor, los androides que se habían sacudido en las mismas descargas
rítmicas durante toda la noche no se habían percatado del delito cometido en la
seguridad de las sombras. Animados por su audacia, decidieron dirigirse juntos
hacia la salida y abandonar la fiesta sin despedirse para así seguir cada uno
su camino, conscientes de que no volverían a encontrarse. Atravesando la
multitud, llegaron a la salida sin dirigirse una palabra en todo el trayecto,
pero con una sonrisa cómplice oculta bajo la máscara de indiferencia y
seriedad. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Con los ojos acostumbrados a tanto
tiempo en la oscuridad, el destello repentino de las luces al atravesar la puerta
los cegó por unos segundos, pero lograron percibir a través del zumbido en sus
oídos tapados una voz metálica que se dirigía a ellos. Cuando por fin
recuperaron la vista y comprendieron mejor la escena, los dos humanos volvieron
a tomarse de las manos con una confianza insultante, ya sin la culpa que los
había paralizado dentro del galpón.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El oficial los esperaba hacía varios
minutos, desde que concurrió inmediatamente en respuesta a una alerta emitida
desde el local, y disparó dos veces sin la menor duda, eliminando de inmediato
cualquier amenaza de enfrentamiento. Tras el estruendo, en el suelo, los
cuerpos sin vida de dos terribles criminales dejaban su huella en la nieve.<o:p></o:p></div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-25827925127864009722016-03-07T00:53:00.000-03:002016-03-07T00:53:14.068-03:00El salón y el tiempo<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La facultad era un edificio
antiguo, de esos que habían sido construidos con otro fin y se habían ido
adaptando con el correr de los años al ir y venir de los estudiantes. Situado
en el centro de la ciudad, conservaba como los demás la esencia de un siglo
anterior en los techos altos, puertas anchas y extensos corredores. A pesar de
ello, la presencia que aquella construcción imponía en la ciudad durante la
primera mitad del siglo ahora se veía disminuida por el deterioro de la fachada,
las manchas de humedad en las paredes y el tono opaco que había ido adquiriendo
el mármol. Las escaleras anchas y de escalones amplios que habían visto circular
a miles de jóvenes, hoy estaban cubiertas por una fina capa de polvo que de vez
en cuando se arremolinaba por el pasaje de algún que otro estudiante.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esteban atravesó la puerta
principal tan rápido como pudo y subió las escaleras, aferrado al pasamano y
respirando entrecortadamente. Estaba llegando tarde al primer día del curso y
eso le molestaba, pero más le molestaba no recordar exactamente en qué salón se
dictaba, aunque sí sabía que era en el segundo piso. Llegó, por fin, al
corredor iluminado únicamente por la tenue luz natural que llegaba al pasillo, resaltando
la nube de polvo que se levantaba cerca de las puertas de madera. Los salones
se situaban a ambos lados del corredor, aquellos con numeración par a la
derecha, los impares a la izquierda, cinco de cada lado. Esteban creyó recordar
que el salón donde se dictaba la clase se ubicaba en el lado izquierdo, así que
corrió hasta el primero en el que vio gente y, casi en un único movimiento,
abrió la puerta, entró, pidió disculpas y se sentó. Detrás de él, la puerta se
cerró.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nadie prestó atención a su
entrada. Al frente de la clase, delante del pizarrón con garabatos ilegibles y
manchas de tiza, el profesor daba un discurso en voz baja y tono constante.
Esteban lo observó con atención; era un hombre muy anciano, con unos pocos
mechones de pelo fino y blanco a la altura de las sienes y el rostro muy ajado,
casi tan blanco como el pelo. Permanecía parado frente a la clase, encorvado y
con un libro en las manos; daba la impresión de que una corriente de aire lo
suficientemente fuerte podía derribar a aquel viejo y dejarlo convertido en
arena y polvo en el suelo. Esteban notó que tenía los ojos vidriosos y no
parecía pestañear, y que dentro de su monólogo casi ininteligible repetía ideas
sobre el tiempo y el espacio, espaciando las palabras pero sin resaltar
ninguna.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Convencido de que esa no era su
clase, se levantó con cuidado y fue hasta la puerta por la que había entrado,
para descubrir que no podía abrirla. Confundido, volteó para pedir ayuda a los
demás estudiantes, a los que aún no había prestado atención, y sintió cómo
todos los músculos de su cuerpo se contraían coordinados por el horror.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Repartidos por la clase había
unos diez estudiantes, hombres y mujeres de diferentes edades, que compartían
la característica de aparentar no estar vivos. Recostados sobre sus asientos,
todos tenían la piel pálida como quien no ve el sol durante mucho tiempo, la
vista perdida hacia adelante y la postura completamente rígida, con la boca
semiabierta. Lo único que probaba que aún no estaban muertos era el suave subir
y bajar del pecho al respirar y un lento pestañeo, pero ninguno daba indicios
de haberse movido en los últimos meses. Esteban, con las manos sudorosas,
intentó forzar la puerta pero fue inútil; se acercó lentamente al profesor, el
único ser animado además de él, y le pidió por favor que lo dejara salir de ese
lugar horrendo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No hubo respuesta. Desesperado,
Esteban tomó con fuerza el brazo del anciano e imploró que lo liberara. Sin
abandonar su discurso, el profesor giró levemente la cabeza y clavó su mirada
en los ojos del estudiante; en ese instante, Esteban creyó reconocer en los
ojos del anciano la misma desesperación que sentía él. Soltó el brazo del
hombre y corrió hacia la puerta, embistiéndola con todas sus fuerzas, sin
resultado.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p>— No va a abrir —dijo una voz
cansada. Esteban se volteó rápidamente, con el hombro dolorido por el golpe y
una terrible sensación de vacío en el estómago, para buscar a quien le hablaba.
En una de las sillas cercanas a las ventanas, el menos muerto de sus compañeros
se incorporó lentamente, sin voltearse a verlo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— ¿Cómo que no abre? —fue lo
único que alcanzó a responder Esteban, haciendo fuerza para respirar. De todas
las cosas que estaban mal, eran imposibles o no tenían sentido en ese lugar, la
puerta cerrada era la única que realmente lo desesperaba.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— No, nunca vuelve a abrir. Nos ha
pasado a todos, lo siento mucho.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los ojos hundidos de aquel ser
expresaban una pena que, según le pareció a Esteban, no sólo se extendía a su
desgracia, sino a la de todos los presentes en la clase. Con un último vestigio
de vitalidad y la torpeza propia de una máquina que no se ha encendido en años,
el hombre se levantó de su asiento y se dirigió hacia la ventana, absorto en
sus pensamientos algodonados. Era un hombre mucho más joven que el profesor,
pero evidenciaba de manera muy clara el paso del tiempo a través de su ropa de
otra época y la piel amarillenta como el pergamino. Por un momento, Esteban
pensó que al pobre hombre le habían sacado toda el agua del cuerpo, hasta dejar
esa cosa seca que ahora contemplaba la oscuridad infinita a través de la
ventana.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por primera vez desde que había
entrado al salón, Esteban reparó en la oscuridad que había afuera. Con los dientes
apretados y un nudo en la garganta, se acercó a la ventana y quiso creer que
sus ojos desorbitados lo engañaban, porque sabía bien que no podían ser más de
las diez de la mañana. La expresión de terror en su rostro llamó la atención del
hombre en la ventana, que con la sombra de una sonrisa producida por una
situación embarazosa, le explicó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— El primer salto es difícil de
asimilar, pero uno se termina familiarizando. A la larga, a todos nos lleva más
o menos el mismo tiempo, creo. Si es que el tiempo vale algo aquí adentro,
claro.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El hombre se mostraba más
animado, como si la llegada de un nuevo compañero lo hubiera despertado de su
letargo. Se acomodó el pelo con la mano y continuó, con la vista perdida y
acariciándose la barbilla, como si buscara reconocerse:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— Me presentaría, pero no
recuerdo mi nombre. En todo caso, debe saber que soy el último que ha ingresado
a este recinto antes que usted. Tal vez por eso aún soy capaz de hablarle, el
resto se ha perdido en sus ideas. Verá, el paso del tiempo es un veneno para la
mente y el cuerpo, pero más toxica aún es su detención. Con el tiempo, si me
disculpa la ironía, usted comprenderá.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No, Esteban no comprendía nada de
lo que el hombre sin nombre decía, pero al mismo tiempo le parecía todo
terriblemente real. Era real el zumbido en sus oídos, el corazón que intentaba a
cada latido escapar de su pecho y la sequedad de su boca. Sin lugar a dudas,
él, el salón y el hombre que de a poco revivía eran reales. Con un hilo de voz quebrada
y haciendo el mayor esfuerzo posible por entender, preguntó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— ¿Dónde estoy?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— No lo sé —respondió el hombre—.
He intentado descifrarlo desde que quedé encerrado en este purgatorio, pero la
única información que se puede recibir aquí dentro es la que se ve por estas
ventanas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esteban miró al profesor, parado
frente a la clase, dando su monólogo interminable.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— Ese viejo no dice nada útil—se
quejó el hombre mientras se refregaba los ojos—. En cambio, por aquí he
visto... lugares. Lugares y momentos, indistinguibles en su mayoría. Oh, vamos,
guarde un poco de ese asombro, hágalo durar, por su bien.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El joven estudiante contuvo la
respiración. Ya no prestaba atención a su compañero, pues fuera del salón, en
lugar del paisaje habitual, se encontraba una inmensa y brillante galaxia
espiral. Dentro, el ambiente aún era iluminado por la fría luz artificial de
los tubos colocados en el techo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— ¿Dónde estamos? —volvió a
preguntar Esteban.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— ¿Cómo saberlo? —contestó el
hombre—. Puede ser cualquiera, hay muchas similares.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esteban no lo había notado, pero
dentro de los puños cerrados, tenía las uñas clavadas en la palma de la mano.
La luz helada de la galaxia le cubría todo el rostro. Cuando abrió la boca para
volver a hablar, sintió la mandíbula acalambrada.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— Esto no puede ser real,
deberíamos estar todos muertos, asfixiados, despedazados.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
—Oh, lo es, créame. Esto es real,
usted y yo estamos aquí, en este momento. Pero ya no estamos vivos, no señor,
ni tampoco muertos. Disculpe si sueno críptico, pero lo que le estoy diciendo
es todo lo que sé.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esteban no se detuvo ni un
segundo a intentar procesar aquella respuesta. Quería seguir preguntando, hasta
conseguir una respuesta que le resultara familiar y lo regresara a una vía de
pensamiento más habitual.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— ¿Cómo llegamos hasta acá?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— Verá, amigo, creo que ahí está
el truco. Por lo que he podido observar, este recinto, salón si quiere, puede
estar en cualquier lugar, en cualquier momento, en cualquier orden. Ningún
método de desplazamiento clásico permite eso, ya que para ir de una galaxia a
otra, aún a la velocidad más alta posible, demoraríamos varios años. Ni hablar
del hecho de viajar en el tiempo a, literalmente, cualquier momento en la vida
del Universo. Creo que la única manera de que eso sea posible es que en
realidad no nos estemos moviendo, si no que existamos en todo momento, en todo
lugar, por fuera de la línea espacio-temporal y que, por lo tanto, el tiempo no
transcurra aquí dentro. En otras palabras, sea usted bienvenido a la eternidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esteban soltó una carcajada.
Evidentemente, se había caído por la escalera cuando subió corriendo, o quizás
finalmente había desarrollado la más profunda locura. Su compañero lo miró con
gravedad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— Yo también me creí loco, lo
creí por mucho tiempo —continuó—. Es curioso cómo cambia la percepción que
tiene uno de sí mismo y de lo que lo rodea la primera vez que observa... oh,
aquí viene. Observe.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Afuera, a una distancia
incalculable de la ventana, todas las estrellas, todos los planetas, todo el
polvo y las galaxias y la historia, se concentraba en un punto ínfimo, infinitamente
brillante. De repente, más rápido de lo que cualquiera podía llegar a percibir,
el punto palpitó, se hinchó y estalló en todas direcciones. Esteban, llorando,
se dejó caer al suelo. Acababa de contemplar el nacimiento del Universo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— Había olvidado que se veía tan
bien —dijo para sí mismo el hombre sin nombre. Lentamente se acercó a Esteban,
que continuaba en el suelo, y lo miró con una mezcla de compasión e impotencia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
— Lo lamento muchísimo —se
disculpó—. De verdad lo siento muchísimo. Me gustaría poder explicarle por qué
estamos aquí, pero realmente no lo sé. Puedo decirle que es la voluntad de
alguien que ha decidido ponernos a prueba y en algún momento nos liberará, o que
simplemente han decidido castigarnos, o incluso disfrutar observando nuestro
sufrimiento eterno, pero nada de lo que diga estará fundamentado. Ahora, si me
disculpa, necesito un tiempo para meditar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El hombre se dirigió torpemente a
su asiento y en unos pocos minutos recuperó su posición inicial, rígida y con
la vista hacia el pizarrón. Esteban comprendió que luego de la desesperación, la
negación y las dudas sobre la cordura propia, aquella era la etapa final. Se
levantó sin ganas, y a pesar de no sentir cansancio, caminó arrastrando los
pies hasta una silla en el centro de la clase. Se dejó caer, con la cabeza
entre las manos, y se rindió. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
De pronto, el sonido de las
bisagras opacó el murmullo interminable del profesor. Una joven de pelo
enmarañado, con las manos cargadas de libros, entró con prisa y se sentó en el
asiento más cercano a la puerta. Esteban levantó la vista y quiso gritar, pero
había olvidado cómo hacerlo; la joven se fijó en él, sorprendida, y por un instante
cruzaron miradas, hasta que el sonido de la puerta al cerrarse la distrajo.<o:p></o:p></div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-25678708362947482392016-01-23T20:03:00.000-03:002017-02-14T01:51:49.416-03:00Los visitantes<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Supusimos que era una nave
tripulada cuando escapó de la órbita de Júpiter. El primer tramo de trayectoria
dentro del Sistema Solar podría haberse confundido con el de un cometa curiosamente
inadvertido por los estrictos controles de la NASA, pero el viraje deliberado
en dirección a la Tierra había dejado claro que los movimientos del objeto no
eran erráticos. Pocas horas después, la nave podía verse en el cielo de todas
las ciudades situadas en la cara iluminada del planeta. Llegaron más rápido de
lo que esperábamos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No ha habido contacto. La nave pasó
a formar parte del paisaje cotidiano, apareciendo sobre el horizonte poco
después del amanecer y surcando el cielo de lado a lado. Acechando, amenazante,
para unos; aguardando, paciente, para otros. Los visitantes guardan una actitud
pasiva y distante, aun cuando hemos enviado a nuestros representantes en
transbordadores con la intención de tener, si es que es un concepto compartido
por la especie extraña, una reunión. Su procedencia no es más clara que sus
intenciones; a partir de la trayectoria observada se supone que la nave
provendría, en la mejor de las aproximaciones, de algún sitio en la
constelación de Virgo, a una distancia desconocida y de un planeta no
identificado como habitable. Si respondieran algún intento de comunicación...
Pero no, no ha habido respuesta en todas estas semanas y es como si todo el
silencio del espacio se hubiera esparcido en la Tierra, a la sombra de esa nave
imperturbable que sigue al Sol día a día.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Hasta qué punto cambia nuestra
posición de únicos habitantes en el Universo conocido si no establecemos
contacto con ellos? Ya no estamos solos, claro, pero tampoco conocemos a
ninguna otra raza inteligente. Sólo podemos suponer que dentro de ese coloso de
metal negro, si es que hay alguien ahí dentro, se encuentra una forma de vida
cuya historia no tiene, en principio, ningún punto en común con nosotros, salvo
por el nacimiento del Universo mismo. ¿Serán humanoides? No tienen por qué.
Necesariamente deben estar sometidos a la mismas leyes físicas que nosotros,
deben haber vencido la atracción gravitatoria de su planeta para llegar hasta
acá, y de alguna manera logran mantenerse a una distancia constante de nuestra
superficie. ¿Cómo llegaron? Es demasiada distancia, demasiado tiempo, sin
importar de dónde vengan, pero el Universo es el mismo y la velocidad máxima es
una sola, ¿o no? Nos debemos estar perdiendo una parte de la historia, una
parte gruesa y rebuscada, que probablemente no entenderíamos aunque la tuviéramos
escrita frente a nosotros en estos estúpidos diarios que escupen día a día
teorías sobre los visitantes.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La contractura en el cuello me
hace bajar la vista después de unos minutos; los últimos días no han sido días
particularmente buenos para descansar. Se percibe una apatía generalizada, un
desinterés propio de quien sabe que el desenlace de la historia está fuera de
su alcance, y vaya si lo está. Todos han tirado la toalla y esperan, sentados
en su esquina, el veredicto de un juez que quizás ni siquiera esté presente
para tomar la decisión. A mi lado, un niño observa el cielo con los ojos bien
abiertos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
“¿Son buenos o malos?”, pregunta.
No sé si la pregunta va dirigida a mí, ni tampoco estoy seguro de querer
contestarla. ¿Son buenos o malos? ¿De acuerdo a quién? ¿Significará algo para
ellos? El niño me mira, pero no puedo preguntarle a él, porque aunque yo tenga
preguntas, él busca respuestas. Y yo también.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Buenos o malos? Camino con la
vista perdida en la multitud preocupada. En principio, son aptos. Si llegaron
hasta acá, deben haber superado todos los inconvenientes necesarios. ¿Es la
teoría de la evolución una ley universal? Tienen que haber progresado, al menos
en materia intelectual. Si están acá, pienso, es porque no se han matado a sí
mismos, y eso es mucho más de lo que podemos decir acerca de nosotros. Una
civilización con la energía suficiente para viajar hasta la Tierra desde una
estrella lejana sólo puede haber sobrevivido al suicidio colectivo de dos
maneras: evitando la guerra, o ganándola. ¿Cuánta energía tendrán? Tal vez
tengan dominio de toda la energía de su sistema planetario; eso los ubica como
una civilización del Tipo II en la Escala de Kardashev, la primera de ese tipo
que conocemos. Nosotros no llegamos al Tipo I, dominio total de la energía de
nuestro propio planeta. Tenemos las de perder.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Doctores o generales? Esa es la
pregunta. ¿Qué hay dentro de esa nave? ¿Observadores minuciosos que anotan cada
detalle a la distancia, o estrategas que planean la manera más eficiente de
borrarnos de un plumazo? Una civilización lo suficientemente inteligente para
desarrollar el viaje interestelar debería, también, ser tan inteligente como
para sobrevivir al exterminio mediante la paz. ¿Las personas inteligentes no se
inclinan por la paz, siempre? Deberían saber lo nefasta que es la guerra, más a
semejante escala. La única manera de lograr un desarrollo tecnológico capaz que
de transportar a un grupo de personas de una galaxia a otra debe ser el acuerdo
planetario a favor de la ciencia, sin perder el tiempo (y los fondos) en una
carrera armamentista interna. Al fin y al cabo, ¿para qué querrían armas? En
una sociedad pacífica, la guerra sería evitada a toda costa, mientras que en
una civilización beligerante cuyos adversarios hubieran sido masacrados, sería
innecesaria. Todo el esfuerzo de un planeta estaría dedicado a perseguir el
bienestar y el desarrollo cultural e intelectual.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Dónde está el niño? Tengo la
respuesta a su pregunta. Una raza tan avanzada, tan inteligente y tan superior
a la mediocridad humana, no puede tener intenciones hostiles. Le resultarían
estúpidas, como a las mentes sensatas de nuestro planeta le resulta estúpido
que las personas se maten por un pedazo de tierra o algunos párrafos de un
libro. Un idiota no puede manejar una nave a través del espacio, en una hazaña
propia de nuestra ciencia ficción, con la única intención de matar a un grupo
de simios que dejaron de arrastrar los nudillos hace unos pocos millones de
años y no han logrado pasar de su propio satélite en cincuenta años de carrera
espacial.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Debo encontrar a ese niño.
Necesito decirle que esa amenaza que tiene sin dormir a siete mil millones de
personas desde hace más de un mes es sólo un grupo de estudio, observadores que
deben tomar notas y plantear teorías, como quien observa un camino de hormigas
o una placa de Petri al microscopio. Veo al niño cruzando la calle en su
bicicleta; su mirada me dice que aún no tiene la respuesta, esa que tengo yo.
Camino hacia él con una sonrisa, y creo que él sabe que yo sé que vamos a estar
bien, porque al fin y al cabo qué tan grave es ser observados por un montón de
extraterrestres con sus túnicas espaciales.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Estoy a siete, seis pasos. Cinco
tal vez, cuando comienzo a hablar, pero el niño no escucha. El estruendo es
ensordecedor y el cielo, con la nave imperturbable, se enciende en llamas
azules y violetas y el suelo, área de estudio o campo de guerra, se separa en
millones de pedazos y ya no es más, nunca más.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Doctores o generales, en ese
momento, lo mismo da.<o:p></o:p></div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-49134858551941464732014-12-17T01:09:00.000-02:002014-12-17T01:09:19.346-02:00Primer amor<div style="text-align: justify;">
Todavía no me puedo olvidar del día en el que la perdí, pero no me acuerdo si fue hace una semana o hace mil. No puedo olvidarla, porque aunque sé que no fue la primera, sé bien que fue única. Todas las que ganamos y todas las que perdimos las festejamos y las bancamos juntos, siempre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No puedo olvidarla, porque nunca antes conocí una tan perfecta, tan linda, tan suave. Podía llover a cántaros o hacer más calor que nunca, que siempre nos iban a encontrar juntos en la plaza o en la cuadra esa que tiene poco tránsito y esa vieja que ya se queja cuando nos ve venir juntos. O se quejaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es verdad, nos peleamos algunas veces, pila de veces, pero la culpa no era siempre mía, o eso me gusta creer. Qué culpa tenía yo si ella quería pasar más rato con el gil de enfrente, que la podía tratar mejor pero nunca concretaba nada y se creía el dueño. O si cada vez que volvía a mí, no sabía qué hacer y la perdía de nuevo. Yo la quería igual, porque sabía que al final de todo, al caer el sol, volvía a casa conmigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hasta que no volvió más.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Yo lo vi al que manejaba, le vi la cara. Lo vi que la miró con odio, con resentimiento, supongo que haría tiempo que no tenía una. Se me escapó a mí, no la alcancé y cruzó, y el chofer que venía manejando la vio y siguió, y yo le dije que no pero no paró y la pisó, así nomás, y mi vieja que justo salía y que me gritaba y yo que miraba la calle y no podía creer lo que pasaba y no quería escuchar a nadie, y mi vieja que decía que a ella no le regalan nada y que vamos para casa y que ya vas a ver cuando lleguemos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y yo, a todo esto, me había quedado sin la mejor pelota del mundo.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-55077373697287733572014-06-21T18:31:00.000-03:002014-06-21T18:31:09.391-03:00Azar<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El lugar de encuentro fue un viejo
bar, con las paredes manchadas de humedad y la vereda con baldosas flojas. Todo
aquel que pasaba se preocupaba más por esquivar los charcos escondidos que por
la fachada gris de aquel lugar, empapada de fría llovizna de otoño. Todos,
salvo aquellos dos hombres que decidieron encontrarse allí, en una esquina
cualquiera.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Por dentro, el lugar era más
acogedor, si bien el olor a humedad recordaba a sus huéspedes que los últimos
años habían sido tan duros para el barrio como para el resto de la ciudad. La
que antes era sede ineludible de charlas interminables y discusiones
encendidas, hoy albergaba caras largas y voluntades cansadas. Eran,
efectivamente, tiempos difíciles.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Los hombres pidieron el único
trago que servía la casa, afectada por la escasez de víveres a nivel regional,
producto a su vez de la crisis mundial. El mozo dejó sobre la mesa los vasos
grasientos con el espeso licor y se retiró, adivinando en el gesto de sus
clientes la necesidad de privacidad. No en vano habían elegido el rincón más
gris de aquel remoto planeta; no debían levantar sospechas.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-¿Brindamos? –preguntó el primer
hombre, levantando el vaso. Daba la impresión de que alguna vez había sido una
persona admirable, aunque ahora tenía el rostro marcado por arrugas y la ropa
gris y gastada, como si los años hubieran pasado sin que él los notara.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-No me parece el mejor momento
–contestó el segundo, con la vista perdida. Llevaba cada detalle de su
vestimenta –del blanco más impoluto- cuidadosamente arreglado, como si se
hubiera tomado toda la eternidad para preparar su imagen. A pesar de ello, no
inspiraba mayor respeto que su compañero de mesa; ambos dejaban en el aire la
misma impresión solemne en cada uno de sus movimientos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Es una pena que siempre nos veamos
en estas circunstancias, ¿no? –preguntó el hombre de gris, mientras el licor le
provocaba una mueca de asco.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-No encuentro otro motivo por el
que debamos vernos, usted sabe bien qué nos trajo acá.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Sí, es que… ¿ha pensado cuántas
veces hemos hecho esto? Y sin excepción, siempre, nos volvemos a citar en algún
rincón oscuro y sucio, para lo que usted ya conoce. Es una lástima.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Permítame discrepar, pero no
siempre han sido tan oscuros. Este, sin ir más lejos, parece tolerable.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Esto no da para más, y usted lo
sabe. ¡No es que quiera criticar su obra, por supuesto! –se apresuró a acotar
el hombre gris, al ver el gesto de su colega-. Pero esto ya no se revierte.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Tiene razón, no se hable más
–dijo el hombre blanco, mientras metía la mano en el bolsillo del saco.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Espere, ¿qué lo apura? Ya sabe
que todo termina igual, tarde o temprano. El tiempo es tirano, pero no para
usted. Tómese el trago y disfrute la charla, que para algo siempre hay calma
antes de la tormenta, ¿no?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-En este mundo, sí.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Bueno, conversemos entonces.
¿Recuerda aquella vez que nos tuvimos que encontrar? Se perfilaba bien aquel
mundo, fue una lástima aquella guerra...</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-¿A cuál de todas se refiere?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-A todas, siempre aparece alguna.
Uno no puede esperar a encontrar el universo perfecto, que ya se están matando.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Alguno va a aparecer.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Sí, ¿pero mientras qué? ¿Cuántos
vamos ya?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-He perdido la cuenta, sabrá
entender.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-¿Usted pretende que yo crea que
el Señor del Orden no tiene un registro de todos y cada uno de los universos
que ha creado y han perecido en manos del Señor del Caos? Por favor, saque la
lista.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El hombre de blanco se sorprendió
al escuchar su nombre, pero entendió que ya no tenía sentido ocultarlo. Además,
nadie en el bar parecía tener interés en aquella charla. Buscó dentro de su
saco y sacó una lista interminable en la que, con letra clara, se detallaba
cada intento de universo perfecto y las causas de su debacle. Visiblemente
molesto, entregó el papel al otro hombre, que esbozó una triste sonrisa.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Veo que lo enorgullece su obra.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Para nada, es sólo trabajo. A
fin de cuentas, alguien debe hacerlo. ¿Los tiene todos registrados?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Así es. ¿Se los enumero uno por
uno?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-No es necesario, yo también
llevo la cuenta. Ahora, me había olvidado de éste –dijo el Señor del Caos,
señalando una de las anotaciones.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Intento no recordarlo.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Lo bien que hace, estimado.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Lo noto alegre.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Sabe que no, ya quisiera dejarlo
en paz. Mientras, sólo cumplo mi función. ¿Quiere proceder?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Pensé que no lo iba a pedir
nunca.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El Señor del Orden sacó de su
bolsillo un par de dados, los únicos elementos que evidenciaban el paso del
tiempo entre sus pertenencias. Habían sido blancos alguna vez, pero el uso los
había oscurecido.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Parece que fuera ayer la última
vez que hicimos esto –comentó al pasar el Señor del Caos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Sabe bien que, para nosotros,
siempre parece ayer. A fin de cuentas, ¿qué son unos cuantos millones de años
en la eternidad?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Escúchese, parece que hasta le
gustara conversar.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
El Señor del Orden sonrió.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-¿Vio? Es más, lo veo confiado.
Quizá, después de todo, la suerte exista y hoy sea su día.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
-Quizás –respondió el hombre de
blanco, soltando los dados sobre la mesa. Sabía que tal suerte no existía, pero
nuevamente se sentía esperanzado.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Doble seis. En el principio todo
fue oscuridad. Luego, hubo luz.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-50459543582333964432014-03-20T22:57:00.000-03:002014-03-20T22:57:32.947-03:00El artesano<div style="text-align: justify;">
En una calle montevideana, que en invierno traicionaba con baldosas flojas y en verano se escondía bajo la sombra de paraísos y jacarandás, vivía un viejo artesano que trabajaba con vidrio. Los nuevos clientes lo llamaban "el vidriero" o, en su defecto, "el viejo de mitad de cuadra", pero él insistía en que lo llamaran "Don Carlos". Había aprendido el oficio de su padre, Don Carlos padre, y había trabajado toda su vida en lo mismo, desde que terminó la escuela hasta aquellas tardes frías de mayo, cuando recibió su último trabajo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Don Carlos tenía una habilidad inigualable para trabajar el vidrio. No eran pocos los que sospechaban que aquel viejo canoso y encorvado dominaba, además de la artesanía, algún tipo de magia que le permitía doblegar a cualquier pieza a su antojo. "El mago del vidrio" le decían; o al menos eso contaba los domingos, después del almuerzo, cuando sus nietos pedían historias de todas las veces que arregló algo casi imposible, justo a tiempo y dejándolo mejor de lo que estuvo antes. Don Carlos, además de un gran artesano, era un mejor contador de historias y aún mejor exagerador de anécdotas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin embargo, esta historia no la contó él. Comenzó como un rumor en el barrio, evolucionó en certeza y se convirtió en leyenda; ningún niño que se digne a jugar al cordón a menos de diez cuadras de aquella casa puede desconocer la historia de Don Carlos y su reloj de arena.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A mediados de otoño, cuando el asfalto estrenaba su tapizado anaranjado y el sol tímido no alcanzaba para combatir la brisa, un forastero llegó al barrio con una tarea para Don Carlos. Flaco, muy alto y desgarbado, de manos frías y rostro pálido, se presentó un lunes en la casa-taller y fue recibido por el propio artesano. Metió la mano huesuda en el bolsillo de su abrigo desgastado y sacó un reloj de arena roto, igual o más viejo que el abrigo. Le dijo que lo necesitaba sano en una semana y que pagaría lo que fuera necesario, pero que no vendría a buscarlo ni antes ni después. Una semana, ni un día más, ni uno menos. Don Carlos aceptó el pedido, sabiéndose capaz que arreglar el reloj en un par de horas, y despidió al extraño con un apretón de manos. El acuerdo estaba cerrado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El artesano examinó el artefacto y no encontró una gran dificultad en la tarea, mas sí le llamó la atención aquella pieza. Parecía muy antigua, anterior a cualquiera que Don Carlos, padre, hubiera recibido en su propio taller. El cristal de excelente calidad prometía ser fácil de trabajar, por lo que Don Carlos, hijo, decidió empezar el martes. Los años no venían solos y el sol de otoño iluminaba, pero hasta ahí nomás. Mejor dejar para después.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Al día siguiente, por la mañana, Don Carlos observó detalladamente la rotura y puso manos a la obra. Como había previsto, el arreglo estaba terminado poco tiempo después, por lo que bastaba esperar unas horas más hasta probarlo. El hombre almorzó con su esposa, como hacía ya más de cincuenta años, y se entregó al sagrado ritual de la siesta. Si había algo que Don Carlos hacía mejor que trabajar y contar historias, era <i>sestiar</i>.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por la tarde, al levantarse, se dirigió a su taller a comprobar la eficiencia de su obra. Giró el reloj y, ante su asombro, vio como toda la arena caía a sus pies, como si nunca hubiera arreglado aquel agujero. El asombro dio paso a la puteada a viva voz, costumbre heredada de Don Carlos padre, y ésta a la pala y la escoba, costumbre adoptada por una manía por el orden. Cuando cada grano del contenido del reloj estuvo a salvo en un frasco, Don Carlos se sentó a observar el artefacto que estaba como lo había traído aquel hombre, sin rastros de su trabajo. Aún sin entender dejó el reloj sobre la mesa, cerró el taller y salió a caminar por el barrio. Todos sabían que si Don Carlos andaba dando vueltas por el barrio era porque estaba concentrado en algo, pero nadie quiso preguntarle. Ya se le iba a pasar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se hizo miércoles. El artesano tomó sus mates de la mañana y se dirigió al taller, como todos los días. Miró de reojo el reloj y como quien no quiere la cosa, se le arrimó de golpe, a ver si lo agarraba desprevenido. Arregló la rotura en tiempo récord y anotó en una libreta la hora, como constancia de que no estaba soñando. Con el problema solucionado, se dedicó a leer el diario y regar las plantas, tareas relajantes de cabecera para Don Carlos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Jueves. Desconfiado, Don Carlos desayunó y salio a caminar. Repasó mentalmente lo que había hecho el miércoles, recordó detalladamente cada movimiento que hizo en el taller y cuando estuvo convencido, volvió. Abrió la puerta del taller, fue hasta la mesa, tomó el reloj y la puteada se escuchó desde la esquina. Estaba como había llegado, otra vez, pero ahora la hora en la libreta comprobaba que no había sido un sueño. Era cosa de Mandinga. Don Carlos tapó el agujero una vez más, aunque esta vez con desprolijidad producto del enojo y el susto, cerró el taller y no recibió a nadie más. Estaba agotado.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Llegó el viernes y Don Carlos se despertó mucho más tarde que de costumbre. Apenas había dormido la noche anterior, pensando en aquel reloj endemoniado y en el cliente que vendría a buscarlo el lunes sin falta. Almorzó con miedo y los ojos pesados, para luego arrastrar los pies hasta el taller, esperando lo peor. Abrió la ventana de par en par, así el aire frío y la luz que se colaba entre las nubes de tormenta lo despertarían. Fue hasta la mesa, tomó el reloj y antes de que pudiera reaccionar, toda la arena cayó al suelo. Frustrado, se dispuso a barrer por segunda vez cuando el horror lo paralizó; la arena, que hace instantes estaba desparramada, giraba en un remolino en torno a él. Sin poder moverse, observó la secuencia como si hubiera ocurrido en cámara lenta: el remolino de arena, la ventana abierta, la arena que sale por la ventana, la ventana que se cierra, la pala y la escoba que caen. Don Carlos se quedó sin tiempo. Cerró la puerta del taller y guardó la llave. No iba a volver hasta el lunes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Durante el fin de semana, el artesano cumplió su palabra y no puso un pie en el taller. No quería enfrentarse al único desafío que no había podido superar, ni pensar en la llegada del único cliente que no se llevaría su pieza de cristal en buen estado. Se dedicó a disfrutar de su familia como no había podido durante mucho tiempo, pues no recordaba la última vez que se había tomado un sábado libre. El domingo almorzó con la familia como de costumbre, sin la más mínima mención al incidente del reloj. La expresión cansada que tenía en su rostro durante la semana había quedado atrás, como un recuerdo lejano. Entre tantas historias y anécdotas exageradas, no tuvo tiempo de recordar al infame hombre alto hasta la noche, cuando ya en la cama recordó el plazo vencido. Se encogió de hombros, inventó una excusa vaga para usar cuando llegara el momento y se durmió. Se sentía bien.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La mañana del lunes fue la más fría de todo el otoño, no tanto por el viento helado que amontonaba las hojas en el cordón de la vereda, sino por el cartel que en la puerta del taller cerrado decía, en letras negras y con la irregularidad propia de un trazo nervioso: "CERRADO POR DUELO". Dicen que el hombre alto y pálido apareció esa tarde y al leer la noticia, chasqueó la lengua y murmuró entre dientes: "Se quedó sin tiempo".<br />
<br />
Dicen.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-29900546790889912672014-01-09T00:56:00.000-02:002014-01-20T12:39:34.834-02:00Cuentos de Zhorax<div style="text-align: justify;">
La gente en Zhorax es feliz. Zhorax es un planeta relativamente pequeño, no mucho más grande que la Tierra, pero sus habitantes han logrado alcanzar una prosperidad y un desarrollo inimaginable en estas coordenadas. Las ciudades se extienden sobre todos los continentes, dejando lugar para la vegetación y la vida salvaje. El desarrollo tecnológico es incuestionable, destinado sobre todo a la salud y el verdadero bienestar de sus habitantes; no se fabrican armas, porque aprendieron que no son necesarias para mantener la paz. Tampoco se promueve el consumo desmedido, porque los nacidos en Zhorax aprendieron hace muchos años que los avances deben ser para todos, no para unos pocos. Toda actividad en Zhorax está sustentada por energía renovable y limpia, favoreciendo el desarrollo amigable con el medio ambiente, patrimonio de todos. Los zhoraxianos han olvidado las antiguas batallas étnicas, religiosas y patrióticas, para unirse en una sociedad sin naciones, pero con matices propios de cada pueblo. Se podría decir que la sociedad zhoraxiana es un ejemplo del resultado de hacer las cosas bien. Pero no siempre fue así.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hace casi un siglo, nadie quiere recordar bien cuándo, Zhorax vivió la crisis más grande de su extensa historia como nación planetaria. El incesante espíritu de superación había llevado a sus habitantes a cumplir meta tras meta, objetivo tras objetivo, sin cesar. La producción de alimentos aumentaba año a año, la industria establecía récords en todos los ámbitos, nadie descansaba en su éxito para vivir del mínimo esfuerzo. El crecimiento de Zhorax parecía no tener techo, hasta que lo tuvo. La producción desmedida de bienes terminó por cubrir la demanda y saturar todos los mercados. Ya todos tenían todo lo que se necesitaba, entonces nadie compraba; al no comprar, los productos se apilaban a la salida de las fábricas. Los engranajes de la próspera economía zhoraxiana perdieron su sincronía y sumieron al planeta entero en una profunda crisis económica que parecía no tener solución.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Años después, los zhoraxianos más viejos aún se erizaban al recordarla. Aquella crisis no había logrado quitarles del todo la fuerza que los impulsaba hacia adelante, así que con paciencia, voluntad y moderación, lograron salir adelante. Durante mucho tiempo, fueron pocos los valientes que especularon sobre qué hubiera pasado si la sociedad zhoraxiana pre-crisis no hubiera tenido una educación tan robusta y una pasión por el progreso tan firme, principalmente porque nadie recordaba los tiempos en que Zhorax estaba cubierto de naciones diferentes, encerradas en sí mismas por ignorancia y mezquindad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Las nuevas generaciones que conocen historias de la crisis a través de libros de texto, novelas o historias contadas por abuelos, creen que la misma no ha dejado rastros en la cultura zhoraxiana. Creen que la constante evolución en la que viven terminó por erradicar los miedos y que la crisis fue una lección que debieron aprender una vez, mas no deben recordarla todos los días. Pocos saben, o recuerdan, que aquel mensaje que comenzó como una orden hace casi un siglo, se transformó en advertencia y se transmitió de generación tras generación, hoy es el lema de vida de todo zhoraxiano.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hoy en día, todos en Zhorax tienen claro que la meta debe estar puesta en lo imposible y que siempre, siempre, se debe dejar para mañana algo que se puede hacer hoy. Al parecer da resultado, después de todo, la gente en Zhorax es feliz.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-76651954910764462762013-12-19T01:25:00.000-02:002013-12-19T01:25:29.302-02:00Investigación navideña<div style="text-align: justify;">
Cada vez que se acerca, se discute mucho sobre el verdadero significado de la Navidad. Una tradición originalmente cristiana que fue adoptada por familias con diferentes grados de fe, pero que aún así conserva su significado religioso: celebrar el nacimiento de Cristo. Un acontecimiento del que se conocen las líneas generales, pero cuyos detalles más íntimos resultan ajenos a las sagradas escrituras. Es así que, en un trabajo de investigación exhaustiva, el equipo de Simples Vaguedades ha dado con un texto apócrifo que relata la llegada del Mesías desde un enfoque más cercano, en forma de diálogo ameno entre José, María y algunos otros personajes. El texto, encontrado en la localidad poronguera de Ismael Cortinas, carece de autor conocido, aunque son varias las hipótesis que se manejan; algunas hablan de un texto conservado por misioneros españoles del siglo XVII que habría permanecido oculto hasta ahora, otros atribuyen su autoría al jefe de la patria, el mismísimo Obdulio Varela, mientras que las más recientes lo presentan como un borrador de un joven Ariel "Pinocho" Sosa para una parodia de Zíngaros que no tuvo andamiento.</div>
<div style="text-align: justify;">
Sin más preámbulos, presentamos un extracto del segmento mejor conservado (que justo es el más importante).</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>María se encuentra en una habitación, nerviosa. Acaba de "romper bolsa" y eso significa que el hijo de Dios está por llegar. Su esposo, José, ingresa a la pieza y al observar el semblante de su amada, se dispone apresuradamente a saber qué le sucede a María.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>José (J). -¿Qué te sucede, María? (Lo dicho)</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>María (M) -¡Rompí bolsa!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -¿Qué bolsa, de que hablás?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -¡Rompí bolsa, José, el hijo de Dios viene en camino! ¡Voy a dar a luz!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -¡¿Cómo que vas a dar a luz?! ¿Estás embarazada? ¡Pero ni me acerqué a vos!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -¡Obvio que estoy embarazada, ¿no me ves la panza?!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -Pensé que estabas hinchada, ¿vos no eras de hincharte?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -¿COMO VOY A ESTAR HINCHADA JOSÉ? ¿VOS SOS PELOTUDO?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -Bastante pelotudo debo ser, para que ahora vengas con un hijo de no sé quién.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -¡DE DIOS, JOSÉ, ES DE DIOS! Perpetua Virginidad, el arcángel Gabriel, ¡te conté y no me diste pelota!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -Me habrás contado cuando estaba metido en la carpintería y no te podía escuchar, para variar.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -Mirá José, no es momento. ¿Podés ir a buscar a la partera y calentar un poco de agua?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -¿Qué partera?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -¡TRAE A LA VIEJA DE AL LADO, JOSÉ! Y sacá esa cara de culo que vas a ser padre, por favor.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>Vuelve José con la misma cara de culo y un anciana (A), conocedora de las artes de dar a luz.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -¿Cómo estás querida?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -Bien, bárbaro, a punto de largar tres kilos de persona por entre las piernas. Nunca estuve mejor eh.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -Que divina la mamá, vamos a ver cómo esta el asunto.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -Si ves que se asoma decile que salga, por favor.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -Pero querida... Esto está intacto. No sé si me entendés.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -¿Cómo intacto?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -Si José, intacto. Es la parte de "Virginidad" de la "Perpetua Virginidad". ¿Podemos seguir?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -Disculpa hija, pero nunca he visto nada igual. Para sacar a este niño se necesita un milagro.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -¡Pero mirá que justo, un milagro! Milagro es que no aproveche que tengo los pies como dos calzone y los saque a patadas en el culo, por inútiles.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -Hija, ten calma, todo va a estar mejor en breve.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -Mire señora, más le vale que esté todo mejor en breve, porque si no... ¡¿POR FAVOR QUE ES ESO?!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -¡Es una contracción, su hijo viene en camino!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -SU hijo.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -¡CALLATE JOSÉ!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -¡Puje!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -¿A dónde?</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -Pero me cago en san puta, ¡ME DICE A MÍ, JOSÉ! Señora, ¿cómo viene? Creo que me desmayo.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>A. -Tranquila hija, ya está por salir, un esfuerzo más.</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>M. -Si señora, cómo no, es facilísimo sacar una cabeza por...</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>J. -¡OH POR DIOS, ¿QUÉ ES ESO?!</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y hasta ahí llega la parte legible del escrito. A partir de allí, todo son conjeturas. Los investigadores europeos atribuyen la sorpresa de José al nacimiento mismo de Jesucristo, hijo y a su vez encarnación de Dios. A nivel local, la teoría con más adeptos plantea la posibilidad de que José, mediante transmisión en vivo ("qué le hace otro milagro al tigre" argumentan), logró observar el momento justo en el que Moacir Barbosa descuidaba el primer palo y Alcides Edgardo Ghiggia marcaba el 1-2. La teoría alternativa plantea una brillante actuación de Ariel Sosa en el papel de José y Walter "Cucuzú" Brilka como María, quienes ante la falta de presupuesto habrían incluido publicidad dentro de la parodia. En esta, la exclamación de sorpresa de Ariel Sosa daría paso, en un acto que aún no encuentra explicación racional, al mismo Ariel Sosa caracterizado como un hombre excedido de peso y con abrigo rojo, quien refrescaría su garganta y la del niño Jesús con una conocida bebida cola mientras el público corearía su famoso "Zi-Zi-Zingaros".</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero hasta ahí son conjeturas, será cosa de creer o no.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-80822706543640675542013-10-17T21:24:00.000-02:002013-10-17T21:24:09.605-02:00Energía renovable<div style="text-align: justify;">
Que casi todas las actividades humanas requieren una fuente de energía externa no es ninguna sorpresa, como tampoco lo es el problema al que nos enfrentamos cuando las mismas no son renovables, son de difícil aprovechamiento o generan desechos peligrosos. Desde las centrales térmicas hasta los paneles solares, pasando por la pila, la energía nuclear o las represas hidroeléctricas, la humanidad ha destinado sus recursos y esfuerzos a la búsqueda de una fuente de energía económica, limpia y eficaz que cimentara su progreso, sin llegar a una solución definitiva que, increíblemente, ha estado a la vista de todos durante milenios.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No sé si por descuido, por ignorancia o conveniencia, hemos pasado por alto una fuente inagotable de energía que día a día se renueva. Ajenas me son las causas por las cuales ningún investigador ha descubierto el enorme potencial energético oculto en esas ganas de ponerle una zapatería al final de la espalda a cuanto pelotudo se cruce durante un mal día. Todavía no comprendo cómo no aprovechamos ese clímax de energía destructiva, inagotable y mal dirigida que es estar de mal humor.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A todos nos ha pasado. Todos hemos tenido esos días en que todo, todo sale mal, desde levantarse tarde hasta luxarse las dos rodillas simultáneamente, todo pasa cuando el día viene jodido. Esos días en los que queremos patear al gato, sopapear al nene que viene gritando en el ómnibus, putear a la doña que camina lento y no deja pasar y VENGO LLEGANDO TARDE SEÑORA POR EL AMOR DE y así con todo, somos una Little Boy pero llena de ganas de mandar a la mierda a todo el mundo. Y no lo aprovechamos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No debe ser tan difícil, creo yo, crear una manera de canalizar esa energía. Cualquier ingeniero debería poder inventar una batería que se cargara con ganas de apedrear ómnibus, robar caramelos o pinchar globos infantiles. Incluso imagino algún dispositivo con una palanca que uno pudiera girar con fuerza, mientras alguien parado al lado va recitando la lista de cosas que subieron de precio en los últimos seis meses, con especial énfasis en la yerba y el boleto, e insiste en que probemos con meditación y metafísica para calmar los ánimos. Va siendo hora de que alguien con los conocimientos necesarios tome la iniciativa y <strike>se llene de plata</strike> solucione este problema mundial, que parece no tener fin.<br />
<br />
Hasta entonces, habrá que seguir apretando los dientes y dando portazos. Que desperdicio.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-62353091876160982582013-10-13T03:38:00.000-02:002013-10-13T03:38:33.025-02:00Cinco añosEs mucho tiempo. Imaginate empezando algo ahora y dentro de cinco años seguir con lo mismo. Yo no puedo, no hay ningún proyecto o actividad que me haya durado tanto sin aburrirme antes.<div>
<br /></div>
<div>
Salvo este. Hace cinco años me propuse mantener un blog sin dejarlo abandonado, esperando que durara dos o tres años. Un tipo de dieciséis años que quería escribir opiniones, noticias y demás sinsentidos en algún lado y que alguien los leyera, por un tiempo. Y acá estoy. Y están ustedes.</div>
<div>
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En cinco años el blog tuvo cambio de nombre, de colores, de estilo y de lectores, pero siempre hubo alguien que pasara, comentara y diera para adelante. Un día, hace más de un año, me cansé de dar opiniones como si tuviera razón y quise publicar solamente cuentos, algo que nunca había hecho. Otra vez, siempre hubo alguien para leerlos y dar su opinión, que al fin y al cabo es lo que importa. Porque puedo escribir mil cuentos al mes, pero si nadie los lee, no tiene sentido. Como lo veo yo, el cuento está terminado cuando ustedes lo leen, lo procesan y lo entienden como quieren; si después de eso me dicen qué les pareció, mejor todavía.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Por qué escribo esto? Porque quiero agradecerles, pero nunca sé qué decir aparte de "gracias por pasar". Porque cinco años es más tiempo que el que le he dedicado a cualquier otra cosa que me haya propuesto, y para mí es importante. Porque si nadie leyera, no escribiría. Porque gracias por pasar. Porque si quieren quedarse, son bienvenidos. Porque si quieren mandar regalos, manden.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero sobre todo, porque es mentira que puedo escribir mil cuentos al mes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Salú.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-83744239549755659882013-09-14T13:01:00.000-03:002013-09-14T13:01:28.359-03:00Puro cuento<div style="text-align: justify;">
Erase una vez, en un reino muy lejano, un príncipe. Hijo primogénito del rey, el príncipe había sido educado en el arte de la guerra, combate cuerpo a cuerpo, equitación, pintura, soldadura autógena y macramé. Tenía tiempo libre en pila. El asunto era que el príncipe, desde su nacimiento, tenía escrito su destino: encontraría a la princesa indicada, se casaría con ella y se convertirían en los nuevos reyes, tarde o temprano. Fácil, salvo porque según la profecía, la princesa viviría en la otra punta del mapa, lejísimos, en lo más alto de una torre sin ascensor. "Jodido, pero no imposible", se repetía el joven príncipe una y otra vez mientras pasaban los años. Hasta que llegó el momento.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Montado en su bravo corcel, el príncipe cruzó los campos, ríos y montes que la separaban de su amada. Eran un montón. Luego de varios días de agotadora cabalgata, príncipe y corcel se enfrentaron a la enorme torre; bien cuidada, linda vista, un poco de humedad en la parte de más allá. El héroe bajó de su fiel compañero y, con las piernas aún arqueadas, tocó timbre. Nada. Tocó otra vez. Nada otra vez. Recién al tercer intento, una cabellera despeinada asomó por la ventana.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Quién es? -preguntó la princesa.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Soy yo, tu príncipe, oh amada princesa. He venido a rescatarte de esta, tu prisión, para convertirte en la próxima reina de... de... ¿de que te ríes, oh princesa?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Ay disculpá, me tenté -respondió la princesa entre risas-. Subí y explicame acá.</div>
<div style="text-align: justify;">
Y abrió la puerta de su torre. "Tan presa no estaba", pensaba el príncipe, mientras subía las escaleras.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Una vez en su apartamento, la princesa lo recibió de pantuflas y con el pelo empapado. Hermosa imagen.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Ay disculpá -volvió a decir la princesa-. Es que en un rato me pasan a buscar las chicas y todavía estoy dando vueltas. A ver, decime otra vez, ¿a qué venías?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Oh princesa -dijo el príncipe, que no sabía arrancar las frases de otra manera-. He venido a rescatarla de su... bueno, he venido a buscarla, para cumplir nuestro destino como sucesores de mis padres, los reyes. Pensé que me estarías esperando...</div>
<div style="text-align: justify;">
-Pensaste mal, gordo -dijo la princesa, mientras seguía con sus preparativos-. Además viniste justo hoy que tenemos un té, ¿no podías llamar antes?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Bueno, ahora que lo dice...</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El príncipe no entendía nada. No sólo había pasado toda su vida preparándose para rescatar a una princesa que no necesitaba ser rescatada y que no sabía de su existencia, sino que además era bastante boluda. Eso, sin mencionar las pantuflas con forma de oso.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Princesa, yo... yo sé que puedo estar siendo inoportuno, pero así es como debe ser, así está escrito. Si es tan amable de acompañarme, le explicaré en el camino -propuso el príncipe, despertando nuevas risas en su supuesta amada. Cuando la princesa entendió que el muchacho hablaba en serio, dejó de reír.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Mirá príncipe, me parece divino que hayas venido hasta acá, en serio. Se nota que sos un chico divino y todo lo que quieras, pero no sé de qué me hablás. ¿Por qué no te dejo mi número y lo hablamos después, más tranquilos? -preguntó, mientras acompañaba al joven a la puerta, echándolo sin ningún disimulo.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Pero princesa...</div>
<div style="text-align: justify;">
-Chau -lo interrumpió ella, cerrando de un portazo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y ahí estaba nuestro príncipe, frente a la puerta del apartamento de una princesa que no necesitaba ser rescatada porque no estaba presa, que no le había dejado su número y que, al fin y al cabo, ni siquiera conocía. Profecía o no, ese no era su lugar, o al menos así lo sentía él. Y si él lo sentía así, ¿quiénes eran los demás para decirle dónde debía estar? Con esa idea dándole vueltas en la cabeza, el príncipe emprendió la retirada, pensando hacia dónde seguir de ahí en más. En una de esas podía terminar ese curso de reflexología que había dejado por la mitad, si total, el destino era puro cuento.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-35860498630976160312013-08-20T02:31:00.000-03:002013-08-20T02:31:40.831-03:00XVII Olimpíada Uruguaya de Química<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTs2uZ_d53jSmPpn_RbyXPS95BAKes380OGzWyJADDCXhwp-qj-z7IzZ259Z5ny55WVkPmY4fnIFj8OJEyZ9-ZM-rHMuq6U-sfLSSCWWhHZJvdJg5XGEbd8A09bLohYNn168OyZXBu76nn/s1600/olimpiada.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="276" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTs2uZ_d53jSmPpn_RbyXPS95BAKes380OGzWyJADDCXhwp-qj-z7IzZ259Z5ny55WVkPmY4fnIFj8OJEyZ9-ZM-rHMuq6U-sfLSSCWWhHZJvdJg5XGEbd8A09bLohYNn168OyZXBu76nn/s400/olimpiada.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<span style="text-align: justify;">Interrumpo la programación habitual para contarles que se viene una nueva Olimpíada Uruguaya de Química. Este año lo venimos difundiendo con otros ex-olímpicos, que somos estudiantes (generalmente de Facultad de Química, no es el caso de quien escribe) que nos hacemos un tiempo para ir a donde se pueda y contar de qué se tratan las olimpíadas, porque nos gustó la experiencia y queremos compartirla. Como yo ahora, con ustedes. Permiso.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Quién las organiza?</b></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Desde 2009 las organiza Facultad de Química, a través del Programa Olimpíada Uruguaya de Química (POUQ). Este programa cuenta con una dirección general y una comisión científica conformada por un conjunto de profesores de la facultad.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Objetivos</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El programa tiene como objetivos estimular el interés por la química y promover un mayor conocimiento de ella, así como despertar posibles vocaciones (créanme, pasa).</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Quién puede participar?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pueden participar estudiantes de secundaria y UTU, separados en tres niveles de competencia: nivel 1 corresponde a estudiantes de 1º a 4º año, nivel 2 a estudiantes de 5º y nivel 3 a estudiantes de 6º. ¿Por qué diferentes niveles? Porque cada nivel tiene su propio temario, con temas comprendidos en el programa de secundaria, y su propia prueba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Etapas</b></div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La olimpíada tiene dos instancias: departamental y nacional. La etapa departamental es el próximo <b>7 de setiembre</b>, ocurre en simultáneo en cada departamento y consiste solamente en una prueba escrita. Aquellos estudiantes que obtengan un puntaje suficiente clasifican a la etapa nacional, que será el <b>14 de diciembre</b> en la Facultad de Química, en Montevideo. En esta instancia, en la que compiten participantes de los diferentes departamentos, el nivel 1 tiene una prueba escrita, mientras que los niveles 2 y 3 tienen una prueba escrita y otra práctica.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Además de las pruebas, hay otras actividades en la olimpíada nacional, por lo que es una jornada bastante extensa (arranca temprano y termina de tarde) pero muy agradable. La idea no es que vengan, hagan la prueba y se vayan, sino que participen de las actividades recreativas y, sobre todo, se queden a la ceremonia de clausura, en la que se entregan medallas y menciones por nivel.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un detalle importante: van menos temas para la olimpíada departamental que para la nacional, así que todavía hay suficiente tiempo para prepararla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Algo más?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sí, puede haber más. Aquellos participantes con un puntaje destacado pueden participar de un entrenamiento intensivo que comienza en enero del año que viene y clasifica a las olimpíadas internacional e iberoamericana de química. Estas competencias también están destinadas a estudiantes de secundaria y son una experiencia única, en la que Uruguay cada vez obtiene mejores resultados. Por ejemplo, en 2012 y 2013 se obtuvieron menciones honoríficas en la olimpíada internacional (un logro enorme) y en la iberoamericana cada vez nos va mejor (en 2012 se trajeron un oro y tres bronces, este año está por verse).</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Por qué difundir?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Porque no sólo son una gran experiencia por sí solas, sino que también ayudan a afirmar conocimientos y a orientarse sobre qué hacer en un futuro (a varios nos han ayudado a elegir carrera). Porque cuantos más participan, se observa un mejor nivel. Porque cuanto mejor es el nivel, mejor nos va a nivel internacional. Porque hay un montón de profesores que trabajan muchísimo para que todo funcione y debe darse a conocer este resultado espectacular que son las olimpíadas (y no los tengo en ninguna materia, así que no saco nota por esto). Pero sobre todo, porque están buenísimas. Si no me creen, prueben y me dicen.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Cómo anotarse?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los temarios y los formularios de inscripción están en el <a href="http://ouq.weebly.com/">sitio oficial</a> de la olimpíada. Además, hay una <a href="https://www.facebook.com/programaolimpiadauruguayadequimica">página oficial</a> en Facebook y un <a href="https://www.facebook.com/groups/159192204153738/">grupo</a> de la misma red social, manejado por ex-olímpicos, donde pueden sacarse todas las dudas que tengan. Si son sobre la olimpíada, mejor.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Eso es todo. Anímense, vale la pena.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-42516253488606284192013-08-11T20:45:00.000-03:002013-08-11T20:45:10.600-03:00Lejos<div style="text-align: justify;">
No olvido más aquella noche. Tenía como costumbre salir a caminar cuando los días resultaban largos, esperando que los problemas se perdieran en la oscuridad. Caminé sin rumbo, sin darme cuenta de que la ciudad se terminaba, hasta que levanté la vista y descubrí el que sería mi refugio. El campo, negro e inmenso, se extendía a ambos lados de la carretera, ofreciendo su silencio sin hacer preguntas. Me senté en una loma alejada del camino, sobre el suelo húmedo, para contemplar el cielo estrellado y pensar. Sobre todo pensar.</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
</div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
¿Qué estaba mirando? El cielo, pensé. Más precisamente, las estrellas. Lo bueno de estar fuera de la ciudad era ese arreglo infinito de luces lejanas y frías. ¿Frías? No lo había pensado hasta ese momento, pero una estrella era todo menos fría. Claro que no ayudaban a soportar mejor la helada, pero cada una de ellas era tan abrasadora como las demás. Cada una era un mundo encendido, viajando en silencio a través del espacio interminable, atado por fuerzas invisibles, quién sabe desde cuando, quién sabe hacia dónde.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Intenté imaginarme a una estrella cualquiera. La vi -creí verla- suspendida en la nada, inmensa, girando, y dudé. ¿Estaría sola? Podría estar acompañada por otra estrella, pero ese no era el caso. Mi pregunta era: ¿habría algo más?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me sentí minúsculo y estúpido. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Era de esperarse que habiendo tantas estrellas, hubiera otros tantos mundos, cada uno en su órbita alrededor de una o más de ellas. La pregunta inmediata, casi instintiva, fue: ¿viviría alguien en ellos? Sentí que no daba a la pregunta la magnitud que merecía, por lo que la formulé otra vez: realmente, ¿vive alguien en alguno de ellos?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No podía contemplar al mismo tiempo todo lo que implicaba la existencia de otra civilización. ¿Cuándo habrían aparecido? ¿Cómo? Eran preguntas que no podía contestar bien sobre nosotros, mucho menos sobre ellos. ¿Que habrían tenido que pasar para llegar hasta donde estaban ahora? Apenas conocía detalles sobre la historia en mi planeta, ¿qué podría entender de la suya? ¿Cómo estarían organizados? Mi mente pasaba de temas fundamentales a irrelevantes en segundos, preguntando. ¿Cómo son? ¿De qué están hechos? ¿Qué escuchan? ¿Escuchan? ¿Ven, sienten, viven como nosotros?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Supuse que si su mundo era parecido al nuestro, ellos también lo serían, pero no habrían vivido nada de lo que vivimos nosotros. Su historia, la historia de todos, estaría escrita de otra manera. Me dolía el cuello, no había dejado de mirar para arriba en ningún momento; bajé la vista y pensé en la ciudad (y el mundo) que tenía detrás mío. Y en el suyo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Tendrían amigos allá? ¿Familias? ¿En qué creerían? ¿Se odiarían, como nos odiamos nosotros? Quizás habían superado esa etapa, ¿pero si no? ¿Intentarían dominarse entre ellos? ¿Pasarían hambre? ¿Se dejarían morir unos a otros? ¿Se matarían, ellos también, por un ridículo pedazo de escombro flotando en un espacio más grande que el que pueden entender?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Levanté la cabeza, molesto, y una luz me impidió mirar al horizonte. Entre tantas ideas olvidé que tarde o temprano se hacía de día. Me paré mientras el sol amarillo corría a las últimas estrellas, calculando cuántas horas podría dormir antes de que mi familia, que no entendía de especulaciones interplanetarias, tirara abajo la puerta de mi cuarto. "Suficientes" pensé, mientras emprendía el regreso a casa, con mi última interrogante a cuestas: ¿alguien más, en algún lugar perdido del Universo, se preguntaría lo mismo que yo?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Detrás mío, nuestro segundo sol hacía su brillante salida unos minutos después que su hermano, como todos los días.</div>
</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-81374494711033970632013-07-14T11:00:00.000-03:002013-07-14T11:00:04.361-03:00Domingo<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La brisa lo encontró leyendo,
sobre el pasto, en una típica tarde de octubre.
Los rayos de sol que caían suavemente daban al domingo su tranquilidad
característica, interrumpida sólo por los gritos de niños que jugaban lejos,
muy lejos, en el otro extremo de la plaza. Este era su rincón, su puerta de
entrada al mundo de papel y tinta que tanto extrañaba durante la semana. Este
era su día de lectura, en soledad, lejos de preocupaciones y desafíos. Este era
su momento, hasta que levantó la vista para descubrir que su mundo
era invadido.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La vio sentarse a unos metros,
sobre el pasto y libro en mano al igual que él, desconectada del mundo que la
rodeaba, como él. Se preguntó si lo habría visto, pero no reconoció ningún
gesto detrás de aquellos lentes cubiertos por la rubia melena, brillante como
la tarde misma. Parecía estar en su propia burbuja, tal y como él había querido
estar hasta que la vio llegar; aún sentados frente a frente, separados por un
solo retazo verde, ella desconocía la presencia de él. Y él pensaba.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No podía ser casualidad que ese
día, en ese momento, ella también hubiera elegido ese lugar para sentarse a
leer. Más aún, no entendía cómo el azar podía poner frente a él aquel rostro enrojecido
por el calor sin que ello fuera una señal, por lo que no podía volver a su mundo de papel sin intentar compartirlo con ella.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ya sabía qué hacer. Esperaría a
que ella lo viera, para compartir una sonrisa amistosa. Ella respondería con
otra sonrisa, notando además el libro en sus manos. Él le preguntaría, mediante
gestos, si habría lugar para un lector más en su espacio. Ella asentiría con
entusiasmo pues, al fin y al cabo, la plaza era enorme y había lugar de sobra.
Una vez juntos, conversarían acerca de sus libros, sus autores favoritos y
demás, para dar paso a una charla más personal. Compartirían gustos, costumbres
y opiniones hasta que el sol comenzara a ocultarse y cada uno siguiera su
camino, con ganas de volver a verse.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pasados los días, él la llamaría
y se encontrarían. Podrían ir al cine, al teatro o a donde ella quisiera, pues
él no sabía mucho sobre citas. El éxito en la primera llevaría a las
siguientes, y así iniciarían una relación. Superarían los problemas que se presentaran, encontrando la manera de anteponer su amor a los contratiempos y
seguir adelante, siempre adelante. Con el tiempo se mudarían juntos,
remodelarían su hogar a gusto y ella elegiría las cortinas. Disfrutarían de la
convivencia, pues sobrevivirla no sería suficiente; pasados los años, durante un
almuerzo familiar, anunciarían la formalización de su vínculo. Recibirían
felicitaciones, besos y abrazos, para luego comenzar a planear el evento. Junto con los nervios y la ansiedad llegaría el día y sería el comienzo del resto de sus vidas, como lo había sido, en
cierta medida, aquella tarde en la plaza. Esperarían un tiempo hasta
sentirse listos y comenzarían a formar su propia familia. Criarían a sus hijos de la mejor manera posible para verlos crecer, tropezar y
aprender, hasta verlos marcharse; entonces caerían en la cuenta de que olvidaron verse
envejecer y dedicarían más tiempo a ellos mismos. Dejarían sus trabajos y
compartirían nuevas horas de lectura, recuperando el tiempo invertido en otros
asuntos. Así, vivirían juntos hasta que uno partiera y el otro extrañara; entonces,
aquel que quedara, esperaría el momento de volver a encontrarse.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Con el plan preparado, salió de su ensimismamiento y descubrió que ella lo observaba. Dudó por un segundo o dos, pero enseguida respiró profundamente, bajó la vista y se decidió a continuar con su lectura.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Después de todo, pensó, parecía demasiado
esfuerzo para un domingo.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-26141021885550767922013-06-15T00:16:00.000-03:002013-06-15T06:52:59.074-03:00Una de amor<div style="text-align: justify;">
Llovía. La blanca luz empañada que caía desde las nubes se colaba por el vidrio mojado, dibujando sombras sobre la mesa del bar. Sobre ella, un servilletero y una mano, que tamborileaba impacientemente. El frío y la humedad parecían atravesar las paredes, siendo combatidos únicamente por el murmullo constante y el olor a café, hasta que llegó ella. Suave, delicada y pálida, saludó y se sentó en la silla vacía. La fría piel blanca y la nariz colorada contrastaban con la rojiza cabellera, que regalaba calidez a quien la contemplaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿No vamos a pedir nada? -preguntó. No hubo respuesta, pues quien debía formularla tenía la mirada perdida en la constelación de pecas que le sonreían desde el otro lado de la mesa.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Pedimos algo? -insistió, sonriendo.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Eh? Ah, sí, me perdí un poco -contestó entre risas-. ¿Un café?</div>
<div style="text-align: justify;">
-No me gusta el café, iba a pedir una cerveza, pero vos pedí lo que quieras -dijo Luciana, mientras llamaba al mozo.</div>
<div style="text-align: justify;">
Paula no quería café. Es más, odiaba el café, pero no tenía la más mínima idea de qué hacer o decir. Nunca había pasado por una situación parecida, sólo atinaba a sonreír y esperar que nadie notara sus nervios. El mozo trajo ambas cosas, las dejó sobre la mesa y se perdió, dejando a las dos chicas en el que, ahora, era su mundo, su mesa en el bar.</div>
<div style="text-align: justify;">
Paula miraba el café con asco. Luciana, por su parte, veía venir un silencio eterno que decidió romper.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Contame, vos... -y el bar fue desapareciendo de a poco. El farol colgado junto a ellas era la única luz que sobrevivía, el resto se había ido junto con los murmullos, el frío y la lluvia. Todo lo que quedaba era una mesa, dos chicas, la luz que entraba por la ventana y el sonido de dos voces que, de a poco, iban armando una conversación fluida. El brillo suave y cálido de una encontraba su complemento en la paz apagada de la otra. Poco a poco, diferentes temas fueron desfilando uno a uno, a su tiempo, dibujando escenas de películas, reviviendo historias de libros o, simplemente, relatando los actos más cotidianos. A nadie le importaba lo que decían, ni siquiera a ellas, porque con el hecho de estar ahí, las dos, alcanzaba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El café estaba helado. Las gotas sobre el vidrio ya no dibujaban sombras en la mesa; afuera del bar, la oscuridad sólo era interrumpida por los faroles de los autos que pasaban sin detenerse. La conversación de las dos chicas vivía sus últimos momentos, pero ese no era motivo para dejar de mirarse a los ojos.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Ya es tarde -dijo Luciana. ¿Te molesta si...?</div>
<div style="text-align: justify;">
-No pasa nada -interrumpió Paula, ya sin rastros de timidez-. Te acompaño.</div>
<div style="text-align: justify;">
Pagaron y se fueron. Todavía llovía, pero no importaba demasiado. El corredor de techos y charcos alternados era el lugar ideal para dar los últimos pasos de su charla, que encontró su final bajo la protección de una parada de ómnibus. Ya no sabían qué decirse, pero sonreían. Se miraban y sonreían, como habían hecho durante las últimas horas, deseando que la partida de una de ellas no demorara más ni menos de lo ideal. Le tocó a Luciana.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Cuándo nos vem... -llegó a decir Paula, antes de que aquella brisa rojiza la detuviera. No entendía dónde estaba, pero quería quedarse ahí, envuelta en esa mezcla de perfume y lluvia y narices frías. El beso, que terminó en sonrisa, dio paso a la despedida antes de recibir respuesta a la pregunta inconclusa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hacía frío otra vez. Recién en ese momento, Paula extrañó su abrigo; había estado demasiado ocupada como para no olvidarlo en el bar. Tenía la intención de ir a buscarlo, pero no podía moverse, aunque no era por el viento helado. Algo la mantenía fija en su lugar, algo que no terminaba de convencerla y que no la dejaba caminar. Sonó un celular, era el suyo. Lo sacó rápidamente del bolsillo y lo leyó, con una sonrisa de oreja a oreja, previo a ponerse en marcha hacia el bar a buscar su abrigo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aunque no lo iba a necesitar para su próxima cita, "un día que llueva menos".</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com15tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-44416494249046670582013-05-23T22:09:00.000-03:002013-05-23T22:09:20.444-03:00Tu cerebro te odia<div style="text-align: justify;">
Siempre queda relegado a un segundo plano. A los sentimientos se los relaciona con el corazón, que poco tiene que ver con el tema. Cuando se habla de felicidad, el estómago se lleva buena parte del crédito. Si se trata de placer, la gente piensa en cualquier cosa. Al entretenimiento, casi siempre, se lo asocia a algún órgano de los sentidos. Y el cerebro ahí está, responsable máximo de todo, pero nunca protagonista. Acumulando rencor, olvidado por tantos, jura venganza. Y cumple.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hay cinco situaciones en las que nuestro cerebro nos recuerda que uno cosecha lo que siembra, de una u otra manera. Una de ellas es cuando necesitamos a la memoria para algo importante: recordar una dirección a la que nunca fuiste, algo que tenías que hacer sí o sí, o algo que tenés que aprender para el resto de tu vida. El tipo no quiere. Pero no sólo no quiere sino que, además, se te caga de risa en la cara. Es como "Ah mirá, ¿estás en un examen y querés acordarte de tal concepto? Bueno no, te vas a acordar de todas las letras de esa banda que ni siquiera te gusta, pero justo eso que querés, no". Gran ayuda.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La segunda situación también tiene que ver con la memoria, porque todo buen hijo de puta sabe el momento justo. Estás tranquilo, en un día normal, te acordás y olvidás de mil cosas, y justo, no sé, ¿te acordás de la vez que te sacaste un moco en clase y se te rieron todos? ¿O cuando contaste un chiste verde sin saber que lo era? ¿O dijiste que fulano era un pelotudo, estaba atrás tuyo y no supiste qué decir? ¿No? Bueno, ahora te acordás. De nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La tercera tiene que ver con el sueño. Después de un día cansador, de dormirse en el ómnibus a la ida, a la vuelta, en la clase y en el sofá, uno por fin puede acostarse a dormir en serio. Estás cansado, cansadísimo. Liquidado. Exhausto. Momento ideal para (redoble de tambores): ¡el resumen del día! Cada uno de los acontecimientos insignificantes del día desfilan por la memoria, para dejar paso a los importantes, que a su vez dejan paso a ¡los planes del día siguiente! Y si me duermo ahora, duermo cuatro horas, pero si me levanto media hora después llego tarde al trabajo, y si voy tarde al trabajo no llego a la facultad, y DEJAME DORMIR POR FAVOR TE LO PIDO DEJAME. No, no te va a dejar. Te odia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuarta situación, menos común, pero igual de odiosa. Imaginate que hiciste algo mal, algo que no le importa a nadie pero igual está mal. No sé, te preguntaron por una calle, te equivocaste y le señalaste otra que estaba cerca. ¿Querés creer que la persona se dio cuenta, buscó un poco mejor y encontró lo que buscaba? Imposible. Seguro se perdió. Seguro se perdió, cruzó mal la calle y lo agarró un ómnibus de lleno. Y si no, seguro se perdió y llegó tarde a su propio casamiento, la pareja se ofendió y lo dejó plantado. O capaz que todavía está ahí, perdido para siempre, porque le dijiste mal la calle. Terrible.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La quinta y última situación es, lamentablemente, la que me toca más de cerca. Es esa en la que el cerebro, vil traidor, se aprovecha de nosotros en el momento de mayor debilidad, cuando todavía estamos entregados a uno de los más animales y placenteros instintos que conservamos. Cuando la conciencia se fue y todavía no volvió. Cuando no se entienden razones. Cuando la satisfacción es lo único que nos interesa. Ese momento en el que el cerebro, conocedor de su poder de convicción, nos dice:</div>
<div style="text-align: justify;">
-Dale, no pasa nada. Dormí cinco minutos más, que yo te despierto.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y nunca son cinco minutos. Eso, damas y caballeros, es alta traición.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-25941611688555123832013-04-30T23:18:00.000-03:002013-04-30T23:19:48.261-03:00Tiempo<div style="text-align: justify;">
Dentro de todas las cosas que suele haber adentro de una casa, hay dos que me joden más de lo que quisiera. No es la impresora, con su costumbre de dejar de funcionar cuando más se la necesita, ni es el microondas, que vaya a saber uno qué cosa de Mandinga hace para calentar comida. A mí lo que me supera son los espejos y los relojes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El espejo tiene esa cosa de armar un mundo igualito al de verdad, pero de mentira. En una imagen plana resume todo lo que tiene enfrente, y por si fuera poco, te da vuelta la izquierda y la derecha. Ni hablar de mirarse, que es la única manera de mirarnos a la cara y siempre lleva a preguntarse cosas. Me asustan y me intrigan los espejos, todo junto, pero no se comparan a lo que generan los relojes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Odio los relojes. El reloj está ahí para recordarte, nada más y nada menos, que el tiempo se va. Que todo avanza, que cada segundo que pasa implica que queda un segundo menos hacia adelante, que tarde o temprano todo tiene un final. Que tenemos fecha de vencimiento. Que la humanidad tiene fecha de vencimiento. Que el Universo mismo, con sus leyes y su infinidad, tiene fecha de vencimiento.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Será por eso que llego despeinado y tarde a todos lados.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Que tema jodido el paso del tiempo. Mientras la inminencia del fin de la existencia la dota de un sentido sumamente profundo, pasamos toda la semana esperando que llegue el fin de semana. Cosas que pasan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿A qué viene todo esto? A que este año se cumplen diez años del lanzamiento de Mientras, el primer disco de rock que tuve, allá por sexto de escuela (cuando el disco ya tenía un año, pero son detalles). O sea, un disco que me acompañó durante prácticamente la mitad de mi vida. No puedo pensar en todas las cosas que me han pasado en diez años, que a fin de cuentas no es tanto tiempo; es como la octava parte de una vida promedio, o una nada en la historia del hombre, o una nada más chiquita en la vida del Universo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero para mí es pila. Y es tremendo disco, así que dejo un tema. Hasta luego.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<iframe allowfullscreen="" frameborder="0" height="360" src="http://www.youtube.com/embed/w0i1r2URhI4" width="480"></iframe></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-size: x-small;">Crédito a quien corresponda. Supongo que a Buitres por semejante canción, y al que subió el video por ser tan buen tipo. Gracias.</span></div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-74435457553557422122013-04-11T02:08:00.001-03:002013-04-11T02:08:31.366-03:00Iguales<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVBO9uKYOBCBntguw8fDj9VRqafXSU3xS_bzqPesDgjk4GdvFv5DOMcEsBZu8ITr3BQbsmyPID8ohipqUgTSorseEHFajcPtdHy4W7viQ8BTKgbuCpmWOVIxNcscAREoOMOhz8NO2C_Qzw/s1600/matr.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="312" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhVBO9uKYOBCBntguw8fDj9VRqafXSU3xS_bzqPesDgjk4GdvFv5DOMcEsBZu8ITr3BQbsmyPID8ohipqUgTSorseEHFajcPtdHy4W7viQ8BTKgbuCpmWOVIxNcscAREoOMOhz8NO2C_Qzw/s320/matr.png" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Finalmente, después de pasar dos veces por cada cámara del Parlamento, se aprobó la ley referente al matrimonio igualitario en Uruguay (entre otras cosas), permitiendo así el matrimonio entre personas del mismo sexo (entre otras cosas). Sin dudas, un paso importantísimo en la creación de una sociedad más justa, inclusiva e igualitaria para todos. El producto de una lucha muy larga por una parte de la sociedad civil, que reclamaba derechos que, creo yo, nunca debió haber tenido la necesidad de reclamar, porque ya debían haber sido suyos desde siempre. ¿Se entiende?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un triunfo que convierte a Uruguay en el decimosegundo país en reconocer tal unión, y que debería ponernos contentos a todos. Una razón para festejar todos, los que ahora se pueden casar, los que ya podían antes, y los que pueden pero no quieren. Pero sobre todo, una muestra de que si se insiste y se espera, las cosas llegan, y una esperanza de que todos aquellos derechos que faltan conquistar, para diferentes sectores de la sociedad, pueden llegar tarde o temprano. Porque no hay que olvidar que falta muchísimo para una sociedad realmente igualitaria, desde lo social y lo legislativo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por ejemplo, todavía hay gente que insiste en la homosexualidad como un defecto. Hay gente que, por manejarse con ciertos valores y creencias, pretende imponer su conducta a la sociedad entera, olvidando que no todos creemos o pensamos lo mismo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todavía no existen las mismas oportunidades para todos. Aunque parezca mentira, las mujeres siguen en desventaja al competir por un puesto de trabajo, porque entre otras cosas, un posible embarazo sigue siendo una "complicación". Todavía cobran menos por hacer el mismo trabajo que un hombre, en el mismo puesto. Ni hablar de las oportunidades que tiene la población afrodescendiente, transexual o de bajos recursos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todavía convivimos con el racismo, tanto, que es casi parte del folclore. Yo todavía me sorprendo de las pocas personas afrodescendientes que van a mi facultad, a mi trabajo, o que ocupan cargos importantes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todavía hay una parte enorme de nuestra gente que quedó a un costado, social, económica y educativamente, y sigue ahí. Y si no hacemos nada entre todos, va a seguir ahí. Y aunque así lo crean muchos, encerrarlos desde chicos no soluciona el problema.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todavía tenemos violencia de género por todos lados. Se pelea todos los días por eliminarla, pero sigue ahí. Tenemos una mujer muerta a manos de su pareja por cada cien mil habitantes, entre otros casos. (<a href="http://www.unoticias.com.uy/2013/03/12/informacion-nacional/uruguay-es-el-2do-pais-con-la-tasa-mas-alta-de-mujeres-muertas-por-sus-parejas-en-latinoamerica/">Fuente</a>)</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Todavía tenemos la idea de que la accesibilidad es poco más que un adorno, una preocupación del que tiene las limitaciones y de nadie más. Por ejemplo, de los edificios del complejo donde vivo, no todos los edificios tienen rampa donde se la necesita, porque se espera a que alguien no pueda entrar al edificio para hacerla. En muchos lugares falta entender que la accesibilidad tiene que ser parte del diseño, siempre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero por sobre todas las cosas, tenemos grabada a fuego la idea de que esos problemas deben ser preocupación de esos grupos, nada más. Que no tiene sentido que un hombre heterosexual y blanco defienda los derechos de mujeres y las comunidades LGBT y afrodescendiente. O al menos esa idea siguen teniendo muchos, que por suerte son cada vez menos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me parece que deberíamos aprovechar el impulso del paso de hoy y seguir avanzando, atacando los problemas y haciendo lo que tengamos a nuestro alcance. Los que pueden hablar, que hablen; los que pueden proponer, que propongan; y sobre todo, los que deban redactar y levantar la mano, que cumplan su deber.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero dejemos para mañana, porque hoy nos podemos permitir festejar. Arriba Uruguay.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-17150307124871397012013-03-15T02:29:00.001-03:002013-03-15T10:50:36.565-03:00El hombre gris<div style="text-align: justify;">
Apareció una tarde fría y lluviosa, tiempo después de haber desaparecido. Vestía traje y sombrero gris, tenía un aire tanguero de otra época; incluso estaba mucho más flaco. Se acercó por detrás de ella, le tapó los ojos con ambas manos y los dos sonrieron. "No va a ser necesario que te pregunte quién es, ¿no?" le dije a la mujer, segundos antes de que se volvieran a besar como antes. Todos sonreímos otra vez, nunca habíamos imaginado un regreso así.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los primeros días fueron de inmensa felicidad. Todos hablábamos, gritábamos y reíamos como antes; todos menos él. Su risa era más apagada, fría y gris, como una fotocopia de la que tenía antes. Al principio no lo noté, pero después empezó a molestarme. La molestia dio paso a la preocupación, porque no entendía qué pasaba. ¿Por qué no reía como antes de irse? ¿Por qué había vuelto gris y apagado? Había algo espectral y etéreo en él que me inquietaba, con los días se iba pareciendo a una sombra de sí mismo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Fue durante una de mis visitas, cuando salí a tomar aire un momento, que escuché una voz lejana y débil. "No es él" me dijo. "No es él" me repitió, más fuerte. "No es él" volví a escuchar, pero esta vez era yo el que hablaba; "no puede ser él, no puede volver, ¡no es él!" grité, dando un portazo para entrar. Y él no estaba, porque obviamente no podía haber vuelto. Y ella, que estaba arrodillada en el suelo, levantó su vista, nos miramos y lloramos juntos. Otra vez, como la primera vez que se fue, lloramos por él. Otra vez, como la primera vez, supimos que no iba a volver.</div>
<div style="text-align: justify;">
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En ese momento me desperté. Lloraba de verdad; supuse que había gritado dormido, pero no me importó. Me senté en la cama y me dispuse a descifrar el sueño, a entender por qué, después de tanto tiempo, había vuelto como ese hombre gris. Tuve miedo de que realmente hubiera vuelto, pero esas cosas no pasan, así que la explicación debía estar en mí. Pensé un rato largo, repasé cada imagen que podía recordar y finalmente llegué a la respuesta que más me convenció.</div>
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Había vuelto, pero sólo por ese momento. Volvió para recordarme que no puede volver, pero que puedo hacer que no se vaya del todo; volvió para pedirme que lo guardara en mi memoria, para poder salir cada vez que algo me lo recordara.</div>
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Sonreí y le agradecí. No era necesario pedirme algo que hago desde que se fue, pero había sido bueno volver a verlo.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-63516707673129234172013-03-02T00:42:00.001-02:002013-03-15T02:33:54.478-03:00Turismo espacial<div style="text-align: justify;">
Luego de las primeras excursiones, el turismo espacial hacia Marte registró un crecimiento explosivo a nivel mundial, con cientos de familias invirtiendo sus ahorros en una semana de estadía en el planeta rojo. Como todas las modas internacionales, más tarde que temprano, llegó a Uruguay. Washington y Gladys, festejando sus bodas de plata, fueron la primera pareja uruguaya en pisar suelo marciano.</div>
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-Viejo, ¿estás seguro que no sale de Tres Cruces?</div>
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-Seguro vieja, seguro. Ahora, con ese ropero que traes, no sé si nos dejarán salir...</div>
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-Ay Washington, ¡mirá lo que decís! Nos vamos lejísimos, tengo que llevar ropa por si refresca.</div>
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Y así iba la pareja, rumbo a la plataforma de despegue. Un transbordador con la máxima tecnología los llevaría a pasar una semana en su árido destino. Llegaron, despacharon su equipaje (ante la cara de asombro de la tripulación), se acomodaron en sus asientos y despegaron.</div>
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-Viejo, ¿falta mucho? -preguntó Gladys. Su marido despertó y preguntó cuánto tiempo de viaje llevaban. -Veinte minutos -contestó ella-. Pero me parece que vamos lento, mirá para afuera, ¡no se mueve nada! Washington miró a su esposa con cara de marido cansado, dio media vuelta y siguió durmiendo. Así, varias veces, hasta que llegaron y se instalaron.</div>
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Al otro día, Gladys no podía creer lo nublado que estaba. -El cielo está rojo, se debe venir tormenta. -le decía a su marido, que hacía caso omiso. Washington hacía horas que meditaba en silencio, observando el horizonte. Salió a hacer su caminata matutina, pero volvió a las puteadas. -¡¿Podés creer?! ¡Ni caminar se puede acá!-. El hombre estaba furioso porque, con la poca gravedad, apenas podía moverse. -Sólo yo te sigo el tren. -recriminó a su pareja.</div>
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Así pasaron los días. Gladys se quejaba de lo fresco que estaba, del viento, del polvo, de las nubes y del ente de su marido, que pensaba y pensaba sin hablar, hasta que no aguantó más. -O me decís lo que te pasa o dejo de plancharte los pantalones, Washington, ¿qué te pasa? -preguntó-. Me tenés harta, todo el santo día mirando a la nada, ¿qué cuerno estás buscando?</div>
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Washington levantó la mirada, se notaba la frustración en su semblante. -¿Sabés que busco? ¿SABÉS QUE BUSCO? -gritó, ya con los ojos desorbitados-. ¡Hace una semana que estamos acá y lo único que vemos es arena, arena y arena! Lo que yo me pregunto es, ¿DÓNDE CARAJO ESTÁ LA PLAYA?</div>
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Dicho esto, dio un portazo y se metió a la cabaña. Se lo escuchó murmurar "parece Parque del Plata" antes de soltar un rosario de improperios. Gladys, con gesto de decepción, se puso a armar la valija.</div>
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-Ya está -dijo-. La próxima vez ahorramos un par de meses más, y nos vamos un fin de semana a La Pedrera.</div>
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Y así terminaron el viaje. Ahora entendemos por qué no tuvo mucho éxito el turismo espacial en Uruguay.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-10735972026164468322013-02-13T03:52:00.001-02:002013-03-15T02:34:10.255-03:00Cambiemos el mundo<div style="text-align: justify;">
Después de meses de estar separado del blog, hoy nos reconciliamos. Acordamos no volver a escribir opiniones personales porque después las opiniones cambian y me arrepiento, pero como soy mucho peor cumpliendo promesas que escribiendo, he aquí una entrada llena de opiniones. Porque si cualquiera puede escribir su carta abierta, acá no vamos a ser menos.</div>
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El motivo de esta entrada es bastante sencillo: cambiar al mundo entre todos. Al fin y al cabo no es tan difícil, el mundo cambia solo sin que nadie lo ayude, lo bueno sería darle una dirección que nos gustara a todos. Por ahí alguno no está de acuerdo, por ahí a alguno no le interesa lo que digo, pero allá ellos. Acá se viene a opinar, señoras y señores, no a formar opinión; ya estamos grandes como para andar queriendo convencer gente. Si alguien está de acuerdo, mucho mejor.</div>
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Cualquiera se da cuenta de que, como conjunto de personas que somos, vendría bien bajar un cambio en todos los ámbitos. Capaz que peco de hippie, pero me parece que hay un poquito de violencia que sobra en todos lados. Un poquito grande, que es más bien un montón enorme. Más allá de la publicidad que se le da a la violencia por el <i>rating</i> que genera, nos estamos yendo bastante al carajo. No se puede hablar de fútbol sin putear al otro, no se puede mirar la tele sin que estén matando a alguien (de verdad o no), no se puede estar por fuera del statu quo sin ser catalogado de cualquier cosa. Un statu quo aburridísimo, si se me permite la opinión.</div>
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Permitimos que la pasión domine donde no debería. No hay más fútbol, ahora gana el pelotudo que canta más. ¿Perdimos? No importa, cantamos más, y mirá que encima llovía eh. ¿En la política? Que necesidad de tirar todos para adelante, si podemos dividirnos en dos: uno que gobierne y justifique cualquier cosa mientras sea oficialista, y otro que critique y busque destruir al otro sin que se le caiga una idea. ¿Crees algo diferente a mí? Sos hereje, impuro e iluso, no te das cuenta que yo creo en lo único cierto, porque somos un montón que decimos que es así y tiene que ser así. Y así con todo.</div>
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Nos olvidamos que ser una masa homogénea de gente igual no tiene gracia, entonces apartamos al diferente hasta convencerlo de ser como nosotros (olvidando, también, que hay miles de millones de "nosotros", lo que hace imposible convencer a todos de ser iguales).</div>
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Hay que cambiar ese tipo de cosas. No de forma gradual ni al ritmo que lleva la historia por sí sola, tiene que ser una revolución. Tranquila, pacífica, pero revolución al fin. Una en la que nadie quiera imponer lo propio a los demás, sino que el objetivo de todos sea permitir las diferencias y evitar las agresiones. Difundir el respeto, propio y ajeno. En lugar de convencer al otro a prepo, cambiar la cabeza de uno y predicar con el ejemplo para que el resto se convenza por sí mismo. Entender de una vez que somos siete mil millones de personas en el mundo, que no podemos seguir pensando sólo en nosotros y que hay cosas grandes y chicas que molestan al resto y se pueden evitar. Después de entender, actuar. Y después de actuar, seguir, porque nada cambia de un día para el otro aunque le pongamos la mejor onda.</div>
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Y si no nos ponemos de acuerdo mejor, porque la idea no es que todos pensemos lo mismo. Eso sí, respetémonos un poco y sobre todo, bajemos un cambio. Dentro de las diferencias, somos demasiado parecidos como para andar odiándonos entre nosotros.</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-5062035355182116067.post-62200605747780641332012-12-30T21:56:00.000-02:002013-03-15T02:35:12.199-03:00Saludo<div style="text-align: justify;">
Se termina otro año y todos, nos guste o no, nos encontramos haciendo balances para etiquetar el año como "bueno" o "malo". Balances con poco sentido, como todos los análisis subjetivos, porque un sólo hecho muy positivo o muy negativo puede inclinar la balanza y opacar (o compensar) todo el resto del año. Aún así acá estamos haciendo la lista imaginaria de cosas agradables y no tanto, para después armar la lista de deseos y promesas, para después no cumplir ninguna de las promesas, no perseguir los deseos y quejarnos.</div>
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Para el año que viene lo único que pido, por más hippie que suene, es paz. Todos los tipos de paz. Paz entre todos nosotros, como comunidad, para que se deje de odiar al que piensa o es diferente. Paz entre los que tenemos cerca, para que todo sea más fácil. Pero por sobre todo paz con nosotros mismos, porque si no nos llevamos bien con nosotros, imposible llevarse bien con el resto.</div>
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Tranquilidad. Dejar de creer que la felicidad es la suma de infinitos momentos de euforia finita, detrás de los cuales hay que correr. Si se entiende así a la felicidad, nos quedamos atrapados en la persecución de dichos momentos ideales fugaces, imposibles de alcanzar en la práctica; cualquiera sabe que la persecución de cosas imposibles de atrapar sólo lleva a la frustración, y que frustración y felicidad no son lo mismo. Mejor buscar ese estado de tranquilidad, de preocuparse lo mínimo imprescindible, para acostumbrarnos a estar bien y ahí sí, llegar a ser felices.</div>
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Que este año que empieza les traiga lo que el anterior no, y se lleve lo que no quieran. Vamos a vivir un solo año 2013, hagamos que valga la pena.</div>
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¡ Salud!</div>
Alehttp://www.blogger.com/profile/13863785224039185534noreply@blogger.com6