
Pero bueno, alegría por esta primavera que suponemos está por ahí, escondida atrás de una de las tantas nubes que cubren el cielo, esperando el momento apropiado para aparecer con su pelusa de árboles, veranillos, inviernillos, vientos y mitos sobre los amores de primavera. Que cosa que odio la mentira del amor de primavera, casi tanto como la pelusa inmunda que tantas conjuntivitis(es) nos regala...
Es cuestión de tiempo para que la alergia suplante a la gripe en el top10 de enfermedades que uno puede percibir esperando el ómnibus: en invierno uno llega a la parada y lo reciben con un estornudo en la cara, en cambio en la primavera... sí, claro, con la alergia la gente también estornuda. Pero no me van a comparar un estornudo de invierno, frío, sin alma, una mugre de estornudo, con un estornudo primaveral, con esos ojos llorosos por los amables plátanos que nos llenan las tardes (y las veredas y las calles y las pelotas) con sus semillitas viajeras.
Con respecto a este temas, ni se imaginan la cantidad de científicos que han pasado sus vidas intentado definir las diferencias entre un estornudo de invierno y uno de primavera... No, yo tampoco me lo imagino, y en Wikipedia no está, así que lo dejo por ahí. ¡Pero deben haber sido unos cuantos!
Por ahora, sólo nos queda esperar el dulce calor de la primavera, atenuado por las suaves brisas, utilizadas por los graciosos niños que remotan cometas al lado del cableado del alumbrado público, agraciados con la inmortalidad del ignorante (la cual acaba cuando uno comprueba empíricamente que por ahí pasa corriente eléctrica, y deja de ser ignorante e inmortal).
Ya extraño usar camisetas de manga corta y exhibir mis marcados bíceps. Ah, que curioso, ahora que lo veo bien, eso que se marca es un hueso. Algo me dice que debería hacer ejercicio...

Como sea, supongo que en el correr de la primavera escribiré algo... Hasta entonces, lectores y lectoras.
Y recuerden: el vino mejora con el tiempo; Opposing Force no.
13 de octubre, un año de Opposing Force, 100% libre de alcohol.