martes, 19 de junio de 2012

Salir para adentro


Nací en Montevideo, siempre viví en Montevideo y probablemente siga siendo así por mucho tiempo más, pero desde que soy de la minoría capitalina (el único en realidad) en cierto grupo de amigos, se me está viniendo el Interior encima. Y no me quejo, está bueno recordar que hay un montón de Uruguay por fuera de Montevideo (uno en la capital se pierde a veces, y se encierra bastante, ¿no?).

Con respecto a eso, el sábado pasado (y el anterior también) me tocó visitar mi ciudad favorita del interior del país, dentro de las pocas que conozco. Por un proyecto de la AUEQ (Asociación Uruguaya de Ex-olímpicos de Química)* pude hacer unas prácticas en el Instituto Eduardo Fabini de la ciudad de Minas, y aunque no estuvimos mucho tiempo, llegué a decir que si no pudiera vivir más en Montevideo, viviría ahí.

Lo cual es mucho, muchísimo decir para alguien que vivió toda su vida en Montevideo, y está perdidamente enamorado de su ciudad (por eso la critico tanto, no me gusta verla así). Siempre dije que la única manera de que no viviera en Montevideo, sería vivir fuera del país. Ahora tengo otra opción.

Si algún día tienen posibilidades de ir, vayan. Comer mirando a las sierras, o dar una vuelta por la rambla, valen la pena. Capaz que tienen suerte como yo, y toda la gente que conocen hace de Minas una ciudad más cálida de lo que estos fríos la dejan ser...

(Antes de la escena de celos, tu rambla es más linda, Montevideo).

Y antes de escenas de celos de lectores, las ciudades que recuerdo haber visitado son: Melo, Treinta y Tres, Trinidad, Colonia, Castillos (fui a comprar una llave de tuercas) y Paso de los Toros, y ponele que por Pando, San Carlos, Solís de Mataojo y alguna otra haya pasado en ómnibus. Estuve en Salto y Durazno, pero ni me acuerdo como eran. Y el Chuy no cuenta. Los balnearios tampoco, no podría vivir ahí. Si su ciudad está ahí y no es mi favorita, ajo y agua, no puedo andar regalando favoritismo.

Y los alfajores de Minas son más ricos. Fin de los elogios. Hasta la próxima.





*Si les interesa, pueden saber mas sobre AUEQ en su blog (acá). Capaz que el estilo en que se escribe en ese blog les recuerda a un servidor. Capaz que no, cosas que pasan.

viernes, 1 de junio de 2012

Tiempo al tiempo

Hoy quiero dejarles un fragmento de mi último libro, "Vida es aquello que pasa mientras la impresora hace ruido pero no imprime", en el cual recopilé textos de un gran filósofo griego, Haragánides.

Haragánides fue un gran pensador, olvidado por Occidente y evitado por Oriente, que tuvo su mayor influencia sobre un cercano grupo de seguidores, compuesto por perros vagabundos de las calles de Atenas. Su obra está escrita en forma de diálogo con discípulos imaginarios, he aquí un extracto (un poco largo) de su último documento, "Aquí me pongo a cantar, al compás de la lira".

Haragánides (H) -Discípulo mío, la vida no es más que un efímero suspiro de la eternidad insondable, impasible frente a las acciones humanas, que de alguna manera la constituyen.

Discípulo (D) -Sabias palabras, maestro.

(H) -Gracias. En ese marco, cualquier acción nuestra, por más significante que nos parezca, no representa siquiera una caricia al robusto orden cósmico que nos gobierna, ¿me sigues?

(D) -Sí maestro. Dele suave que saco apuntes.

(H) -Bien. Siguiendo con el razonamiento, cualquier esfuerzo, bueno o malo, se diluirá infinitamente hasta desaparecer, si se toma una escala de tiempo lo suficientemente grande. Sólo cambiará el bienestar inmediato de cada uno, determinado por nuestras acciones pero independiente del devenir del Universo. Cualquier trabajo o profesión que emprenda no tendrá más recompensa que unas dracmas, inexistentes para el Cosmos.

(D) -Ingeniosa justificación para su desempleo, maestro.

(H) -Muchas gracias, pero esto va mucho más allá incluso. Fíjate que cualquier esfuerzo en las áreas sentimentales, ya sea por amor o amistad, se verá reducido a un punto en un collar de cuentas infinito como es la Eternidad, ¿no es cierto?

(D) -Realmente maestro, su parlamento no me sorprende, viniendo de alguien que habla mucho, dice poco y hace aún menos.

(H) -¿Cómo díces?

(D) -Me refiero, señor, a que el primer argumento, el del trabajo, ya era usado por obreros de las pirámides en el Antiguo* Egipto.

(H) -Oh...

(D) -Sí. Y respecto al segundo, señor, le recuerdo que la semana próxima usted cumple sesenta años, vive rodeado de perros y necesita inventar discípulos para sus diálogos filosóficos.

(H) -Bueno sí, puede ser. Pero mejor dejamos por acá, porque el texto quedó larguísimo y en la editorial me van a matar.

La historia cuenta que Haragánides no volvió a escribir. Algunos dicen que debido a una fuerte depresión; la mayoría vincula su desaparición con el descubrimiento de la esquizofrenia. Sea como sea, sabias palabras nos ha dejado a todos; un gran manual de lo que NO hay que pensar si no queremos terminar regalando filosofía en una plaza, rodeado de pichichos.

Entrada para no pensar mucho. Si viven en Uruguay, cuídense del frío. Si están en verano, los odio profundamente.


*Sí, Egipto ya era antiguo. Mirtha Legrand también.