martes, 30 de abril de 2013

Tiempo

Dentro de todas las cosas que suele haber adentro de una casa, hay dos que me joden más de lo que quisiera. No es la impresora, con su costumbre de dejar de funcionar cuando más se la necesita, ni es el microondas, que vaya a saber uno qué cosa de Mandinga hace para calentar comida. A mí lo que me supera son los espejos y los relojes.

El espejo tiene esa cosa de armar un mundo igualito al de verdad, pero de mentira. En una imagen plana resume todo lo que tiene enfrente, y por si fuera poco, te da vuelta la izquierda y la derecha. Ni hablar de mirarse, que es la única manera de mirarnos a la cara y siempre lleva a preguntarse cosas. Me asustan y me intrigan los espejos, todo junto, pero no se comparan a lo que generan los relojes.

Odio los relojes. El reloj está ahí para recordarte, nada más y nada menos, que el tiempo se va. Que todo avanza, que cada segundo que pasa implica que queda un segundo menos hacia adelante, que tarde o temprano todo tiene un final. Que tenemos fecha de vencimiento. Que la humanidad tiene fecha de vencimiento. Que el Universo mismo, con sus leyes y su infinidad, tiene fecha de vencimiento.

Será por eso que llego despeinado y tarde a todos lados.

Que tema jodido el paso del tiempo. Mientras la inminencia del fin de la existencia la dota de un sentido sumamente profundo, pasamos toda la semana esperando que llegue el fin de semana. Cosas que pasan.

¿A qué viene todo esto? A que este año se cumplen diez años del lanzamiento de Mientras, el primer disco de rock que tuve, allá por sexto de escuela (cuando el disco ya tenía un año, pero son detalles). O sea, un disco que me acompañó durante prácticamente la mitad de mi vida. No puedo pensar en todas las cosas que me han pasado en diez años, que a fin de cuentas no es tanto tiempo; es como la octava parte de una vida promedio, o una nada en la historia del hombre, o una nada más chiquita en la vida del Universo.

Pero para mí es pila. Y es tremendo disco, así que dejo un tema. Hasta luego.



Crédito a quien corresponda. Supongo que a Buitres por semejante canción, y al que subió el video por ser tan buen tipo. Gracias.

jueves, 11 de abril de 2013

Iguales

Finalmente, después de pasar dos veces por cada cámara del Parlamento, se aprobó la ley referente al matrimonio igualitario en Uruguay (entre otras cosas), permitiendo así el matrimonio entre personas del mismo sexo (entre otras cosas). Sin dudas, un paso importantísimo en la creación de una sociedad más justa, inclusiva e igualitaria para todos. El producto de una lucha muy larga por una parte de la sociedad civil, que reclamaba derechos que, creo yo, nunca debió haber tenido la necesidad de reclamar, porque ya debían haber sido suyos desde siempre. ¿Se entiende?

Un triunfo que convierte a Uruguay en el decimosegundo país en reconocer tal unión, y que debería ponernos contentos a todos. Una razón para festejar todos, los que ahora se pueden casar, los que ya podían antes, y los que pueden pero no quieren. Pero sobre todo, una muestra de que si se insiste y se espera, las cosas llegan, y una esperanza de que todos aquellos derechos que faltan conquistar, para diferentes sectores de la sociedad, pueden llegar tarde o temprano. Porque no hay que olvidar que falta muchísimo para una sociedad realmente igualitaria, desde lo social y lo legislativo.

Por ejemplo, todavía hay gente que insiste en la homosexualidad como un defecto. Hay gente que, por manejarse con ciertos valores y creencias, pretende imponer su conducta a la sociedad entera, olvidando que no todos creemos o pensamos lo mismo.

Todavía no existen las mismas oportunidades para todos. Aunque parezca mentira, las mujeres siguen en desventaja al competir por un puesto de trabajo, porque entre otras cosas, un posible embarazo sigue siendo una "complicación". Todavía cobran menos por hacer el mismo trabajo que un hombre, en el mismo puesto. Ni hablar de las oportunidades que tiene la población afrodescendiente, transexual o de bajos recursos.

Todavía convivimos con el racismo, tanto, que es casi parte del folclore. Yo todavía me sorprendo de las pocas personas afrodescendientes que van a mi facultad,  a mi trabajo, o que ocupan cargos importantes.

Todavía hay una parte enorme de nuestra gente que quedó a un costado, social, económica y educativamente, y sigue ahí. Y si no hacemos nada entre todos, va a seguir ahí. Y aunque así lo crean muchos, encerrarlos desde chicos no soluciona el problema.

Todavía tenemos violencia de género por todos lados. Se pelea todos los días por eliminarla, pero sigue ahí. Tenemos una mujer muerta a manos de su pareja por cada cien mil habitantes, entre otros casos. (Fuente)

Todavía tenemos la idea de que la accesibilidad es poco más que un adorno, una preocupación del que tiene las limitaciones y de nadie más. Por ejemplo, de los edificios del complejo donde vivo, no todos los edificios tienen rampa donde se la necesita, porque se espera a que alguien no pueda entrar al edificio para hacerla. En muchos lugares falta entender que la accesibilidad tiene que ser parte del diseño, siempre.

Pero por sobre todas las cosas, tenemos grabada a fuego la idea de que esos problemas deben ser preocupación de esos grupos, nada más. Que no tiene sentido que un hombre heterosexual y blanco defienda los derechos de mujeres y las comunidades LGBT y afrodescendiente. O al menos esa idea siguen teniendo muchos, que por suerte son cada vez menos.

Me parece que deberíamos aprovechar el impulso del paso de hoy y seguir avanzando, atacando los problemas y haciendo lo que tengamos a nuestro alcance. Los que pueden hablar, que hablen; los que pueden proponer, que propongan; y sobre todo, los que deban redactar y levantar la mano, que cumplan su deber.

Pero dejemos para mañana, porque hoy nos podemos permitir festejar. Arriba Uruguay.