miércoles, 13 de febrero de 2013

Cambiemos el mundo

Después de meses de estar separado del blog, hoy nos reconciliamos. Acordamos no volver a escribir opiniones personales porque después las opiniones cambian y me arrepiento, pero como soy mucho peor cumpliendo promesas que escribiendo, he aquí una entrada llena de opiniones. Porque si cualquiera puede escribir su carta abierta, acá no vamos a ser menos.

El motivo de esta entrada es bastante sencillo: cambiar al mundo entre todos. Al fin y al cabo no es tan difícil, el mundo cambia solo sin que nadie lo ayude, lo bueno sería darle una dirección que nos gustara a todos. Por ahí alguno no está de acuerdo, por ahí a alguno no le interesa lo que digo, pero allá ellos. Acá se viene a opinar, señoras y señores, no a formar opinión; ya estamos grandes como para andar queriendo convencer gente. Si alguien está de acuerdo, mucho mejor.

Cualquiera se da cuenta de que, como conjunto de personas que somos, vendría bien bajar un cambio en todos los ámbitos. Capaz que peco de hippie, pero me parece que hay un poquito de violencia que sobra en todos lados. Un poquito grande, que es más bien un montón enorme. Más allá de la publicidad que se le da a la violencia por el rating que genera, nos estamos yendo bastante al carajo. No se puede hablar de fútbol sin putear al otro, no se puede mirar la tele sin que estén matando a alguien (de verdad o no), no se puede estar por fuera del statu quo sin ser catalogado de cualquier cosa. Un statu quo aburridísimo, si se me permite la opinión.

Permitimos que la pasión domine donde no debería. No hay más fútbol, ahora gana el pelotudo que canta más. ¿Perdimos? No importa, cantamos más, y mirá que encima llovía eh. ¿En la política? Que necesidad de tirar todos para adelante, si podemos dividirnos en dos: uno que gobierne y justifique cualquier cosa mientras sea oficialista, y otro que critique y busque destruir al otro sin que se le caiga una idea. ¿Crees algo diferente a mí? Sos hereje, impuro e iluso, no te das cuenta que yo creo en lo único cierto, porque somos un montón que decimos que es así y tiene que ser así. Y así con todo.

Nos olvidamos que ser una masa homogénea de gente igual no tiene gracia, entonces apartamos al diferente hasta convencerlo de ser como nosotros (olvidando, también, que hay miles de millones de "nosotros", lo que hace imposible convencer a todos de ser iguales).

Hay que cambiar ese tipo de cosas. No de forma gradual ni al ritmo que lleva la historia por sí sola, tiene que ser una revolución. Tranquila, pacífica, pero revolución al fin. Una en la que nadie quiera imponer lo propio a los demás, sino que el objetivo de todos sea permitir las diferencias y evitar las agresiones. Difundir el respeto, propio y ajeno. En lugar de convencer al otro a prepo, cambiar la cabeza de uno y predicar con el ejemplo para que el resto se convenza por sí mismo. Entender de una vez que somos siete mil millones de personas en el mundo, que no podemos seguir pensando sólo en nosotros y que hay cosas grandes y chicas que molestan al resto y se pueden evitar. Después de entender, actuar. Y después de actuar, seguir, porque nada cambia de un día para el otro aunque le pongamos la mejor onda.

Y si no nos ponemos de acuerdo mejor, porque la idea no es que todos pensemos lo mismo. Eso sí, respetémonos un poco y sobre todo, bajemos un cambio. Dentro de las diferencias, somos demasiado parecidos como para andar odiándonos entre nosotros.