jueves, 17 de octubre de 2013

Energía renovable

Que casi todas las actividades humanas requieren una fuente de energía externa no es ninguna sorpresa, como tampoco lo es el problema al que nos enfrentamos cuando las mismas no son renovables, son de difícil aprovechamiento o generan desechos peligrosos. Desde las centrales térmicas hasta los paneles solares, pasando por la pila, la energía nuclear o las represas hidroeléctricas, la humanidad ha destinado sus recursos y esfuerzos a la búsqueda de una fuente de energía económica, limpia y eficaz que cimentara su progreso, sin llegar a una solución definitiva que, increíblemente, ha estado a la vista de todos durante milenios.

No sé si por descuido, por ignorancia o conveniencia, hemos pasado por alto una fuente inagotable de energía que día a día se renueva. Ajenas me son las causas por las cuales ningún investigador ha descubierto el enorme potencial energético oculto en esas ganas de ponerle una zapatería al final de la espalda a cuanto pelotudo se cruce durante un mal día. Todavía no comprendo cómo no aprovechamos ese clímax de energía destructiva, inagotable y mal dirigida que es estar de mal humor.

A todos nos ha pasado. Todos hemos tenido esos días en que todo, todo sale mal, desde levantarse tarde hasta luxarse las dos rodillas simultáneamente, todo pasa cuando el día viene jodido. Esos días en los que queremos patear al gato, sopapear al nene que viene gritando en el ómnibus, putear a la doña que camina lento y no deja pasar y VENGO LLEGANDO TARDE SEÑORA POR EL AMOR DE y así con todo, somos una Little Boy pero llena de ganas de mandar a la mierda a todo el mundo. Y no lo aprovechamos.

No debe ser tan difícil, creo yo, crear una manera de canalizar esa energía. Cualquier ingeniero debería poder inventar una batería que se cargara con ganas de apedrear ómnibus, robar caramelos o pinchar globos infantiles. Incluso imagino algún dispositivo con una palanca que uno pudiera girar con fuerza, mientras alguien parado al lado va recitando la lista de cosas que subieron de precio en los últimos seis meses, con especial énfasis en la yerba y el boleto, e insiste en que probemos con meditación y metafísica para calmar los ánimos. Va siendo hora de que alguien con los conocimientos necesarios tome la iniciativa y se llene de plata solucione este problema mundial, que parece no tener fin.

Hasta entonces, habrá que seguir apretando los dientes y dando portazos. Que desperdicio.

domingo, 13 de octubre de 2013

Cinco años

Es mucho tiempo. Imaginate empezando algo ahora y dentro de cinco años seguir con lo mismo. Yo no puedo, no hay ningún proyecto o actividad que me haya durado tanto sin aburrirme antes.

Salvo este. Hace cinco años me propuse mantener un blog sin dejarlo abandonado, esperando que durara dos o tres años. Un tipo de dieciséis años que quería escribir opiniones, noticias y demás sinsentidos en algún lado y que alguien los leyera, por un tiempo. Y acá estoy. Y están ustedes.

En cinco años el blog tuvo cambio de nombre, de colores, de estilo y de lectores, pero siempre hubo alguien que pasara, comentara y diera para adelante. Un día, hace más de un año, me cansé de dar opiniones como si tuviera razón y quise publicar solamente cuentos, algo que nunca había hecho. Otra vez, siempre hubo alguien para leerlos y dar su opinión, que al fin y al cabo es lo que importa. Porque puedo escribir mil cuentos al mes, pero si nadie los lee, no tiene sentido. Como lo veo yo, el cuento está terminado cuando ustedes lo leen, lo procesan y lo entienden como quieren; si después de eso me dicen qué les pareció, mejor todavía.

¿Por qué escribo esto? Porque quiero agradecerles, pero nunca sé qué decir aparte de "gracias por pasar". Porque cinco años es más tiempo que el que le he dedicado a cualquier otra cosa que me haya propuesto, y para mí es importante. Porque si nadie leyera, no escribiría. Porque gracias por pasar. Porque si quieren quedarse, son bienvenidos. Porque si quieren mandar regalos, manden.

Pero sobre todo, porque es mentira que puedo escribir mil cuentos al mes.

Salú.