Luego de las primeras excursiones, el turismo espacial hacia Marte registró un crecimiento explosivo a nivel mundial, con cientos de familias invirtiendo sus ahorros en una semana de estadía en el planeta rojo. Como todas las modas internacionales, más tarde que temprano, llegó a Uruguay. Washington y Gladys, festejando sus bodas de plata, fueron la primera pareja uruguaya en pisar suelo marciano.
-Viejo, ¿estás seguro que no sale de Tres Cruces?
-Seguro vieja, seguro. Ahora, con ese ropero que traes, no sé si nos dejarán salir...
-Ay Washington, ¡mirá lo que decís! Nos vamos lejísimos, tengo que llevar ropa por si refresca.
Y así iba la pareja, rumbo a la plataforma de despegue. Un transbordador con la máxima tecnología los llevaría a pasar una semana en su árido destino. Llegaron, despacharon su equipaje (ante la cara de asombro de la tripulación), se acomodaron en sus asientos y despegaron.
-Viejo, ¿falta mucho? -preguntó Gladys. Su marido despertó y preguntó cuánto tiempo de viaje llevaban. -Veinte minutos -contestó ella-. Pero me parece que vamos lento, mirá para afuera, ¡no se mueve nada! Washington miró a su esposa con cara de marido cansado, dio media vuelta y siguió durmiendo. Así, varias veces, hasta que llegaron y se instalaron.
Al otro día, Gladys no podía creer lo nublado que estaba. -El cielo está rojo, se debe venir tormenta. -le decía a su marido, que hacía caso omiso. Washington hacía horas que meditaba en silencio, observando el horizonte. Salió a hacer su caminata matutina, pero volvió a las puteadas. -¡¿Podés creer?! ¡Ni caminar se puede acá!-. El hombre estaba furioso porque, con la poca gravedad, apenas podía moverse. -Sólo yo te sigo el tren. -recriminó a su pareja.
Así pasaron los días. Gladys se quejaba de lo fresco que estaba, del viento, del polvo, de las nubes y del ente de su marido, que pensaba y pensaba sin hablar, hasta que no aguantó más. -O me decís lo que te pasa o dejo de plancharte los pantalones, Washington, ¿qué te pasa? -preguntó-. Me tenés harta, todo el santo día mirando a la nada, ¿qué cuerno estás buscando?
Washington levantó la mirada, se notaba la frustración en su semblante. -¿Sabés que busco? ¿SABÉS QUE BUSCO? -gritó, ya con los ojos desorbitados-. ¡Hace una semana que estamos acá y lo único que vemos es arena, arena y arena! Lo que yo me pregunto es, ¿DÓNDE CARAJO ESTÁ LA PLAYA?
Dicho esto, dio un portazo y se metió a la cabaña. Se lo escuchó murmurar "parece Parque del Plata" antes de soltar un rosario de improperios. Gladys, con gesto de decepción, se puso a armar la valija.
-Ya está -dijo-. La próxima vez ahorramos un par de meses más, y nos vamos un fin de semana a La Pedrera.
Y así terminaron el viaje. Ahora entendemos por qué no tuvo mucho éxito el turismo espacial en Uruguay.
O mirándolo desde otra perspectiva, podríamos decir lo divertido que es el turismo en Uruguay... ¡no viaje a Marte, viaje a Uruguay!
ResponderEliminarQué buen publicista resultaste, Ale, la puta.
Me indignó que no hayan llevado cámaras de fotos. ¡Hay que registrar esos momentos de polvo y cielo rojo!
Saludos, Ale. Lindo cuento.
Jajajaja voy a mandar el cuento al Ministerio de Turismo, capaz que ligo un cargo o algo... Seguro que llevaron la cámara pero dejaron el cargador acá, a mi me pasaría seguro.
EliminarGracias, saludos!
ajjajajajajajajajjaa
ResponderEliminarme encantó
pobre washington lo re estafarooon!
Seguro que en el folleto se veía todo más lindo, pobre hombre!
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