Llovía. La blanca luz empañada que caía desde las nubes se colaba por el vidrio mojado, dibujando sombras sobre la mesa del bar. Sobre ella, un servilletero y una mano, que tamborileaba impacientemente. El frío y la humedad parecían atravesar las paredes, siendo combatidos únicamente por el murmullo constante y el olor a café, hasta que llegó ella. Suave, delicada y pálida, saludó y se sentó en la silla vacía. La fría piel blanca y la nariz colorada contrastaban con la rojiza cabellera, que regalaba calidez a quien la contemplaba.
-¿No vamos a pedir nada? -preguntó. No hubo respuesta, pues quien debía formularla tenía la mirada perdida en la constelación de pecas que le sonreían desde el otro lado de la mesa.
-¿Pedimos algo? -insistió, sonriendo.
-¿Eh? Ah, sí, me perdí un poco -contestó entre risas-. ¿Un café?
-No me gusta el café, iba a pedir una cerveza, pero vos pedí lo que quieras -dijo Luciana, mientras llamaba al mozo.
Paula no quería café. Es más, odiaba el café, pero no tenía la más mínima idea de qué hacer o decir. Nunca había pasado por una situación parecida, sólo atinaba a sonreír y esperar que nadie notara sus nervios. El mozo trajo ambas cosas, las dejó sobre la mesa y se perdió, dejando a las dos chicas en el que, ahora, era su mundo, su mesa en el bar.
Paula miraba el café con asco. Luciana, por su parte, veía venir un silencio eterno que decidió romper.
-Contame, vos... -y el bar fue desapareciendo de a poco. El farol colgado junto a ellas era la única luz que sobrevivía, el resto se había ido junto con los murmullos, el frío y la lluvia. Todo lo que quedaba era una mesa, dos chicas, la luz que entraba por la ventana y el sonido de dos voces que, de a poco, iban armando una conversación fluida. El brillo suave y cálido de una encontraba su complemento en la paz apagada de la otra. Poco a poco, diferentes temas fueron desfilando uno a uno, a su tiempo, dibujando escenas de películas, reviviendo historias de libros o, simplemente, relatando los actos más cotidianos. A nadie le importaba lo que decían, ni siquiera a ellas, porque con el hecho de estar ahí, las dos, alcanzaba.
El café estaba helado. Las gotas sobre el vidrio ya no dibujaban sombras en la mesa; afuera del bar, la oscuridad sólo era interrumpida por los faroles de los autos que pasaban sin detenerse. La conversación de las dos chicas vivía sus últimos momentos, pero ese no era motivo para dejar de mirarse a los ojos.
-Ya es tarde -dijo Luciana. ¿Te molesta si...?
-No pasa nada -interrumpió Paula, ya sin rastros de timidez-. Te acompaño.
Pagaron y se fueron. Todavía llovía, pero no importaba demasiado. El corredor de techos y charcos alternados era el lugar ideal para dar los últimos pasos de su charla, que encontró su final bajo la protección de una parada de ómnibus. Ya no sabían qué decirse, pero sonreían. Se miraban y sonreían, como habían hecho durante las últimas horas, deseando que la partida de una de ellas no demorara más ni menos de lo ideal. Le tocó a Luciana.
-¿Cuándo nos vem... -llegó a decir Paula, antes de que aquella brisa rojiza la detuviera. No entendía dónde estaba, pero quería quedarse ahí, envuelta en esa mezcla de perfume y lluvia y narices frías. El beso, que terminó en sonrisa, dio paso a la despedida antes de recibir respuesta a la pregunta inconclusa.
Hacía frío otra vez. Recién en ese momento, Paula extrañó su abrigo; había estado demasiado ocupada como para no olvidarlo en el bar. Tenía la intención de ir a buscarlo, pero no podía moverse, aunque no era por el viento helado. Algo la mantenía fija en su lugar, algo que no terminaba de convencerla y que no la dejaba caminar. Sonó un celular, era el suyo. Lo sacó rápidamente del bolsillo y lo leyó, con una sonrisa de oreja a oreja, previo a ponerse en marcha hacia el bar a buscar su abrigo.
Aunque no lo iba a necesitar para su próxima cita, "un día que llueva menos".
Me encantó. Suelo verte en los pasillos de la facultad y es increible como esa persona que parece tan normal puede escribir cosas tan maravillosas. Es tan simple y al mismo tiempo tan profundo que tuve que releerlo varias veces para quedarme satisfecha. Sinceramente, creo que el único adjetivo que puedo usar aca es "hermoso".
ResponderEliminarEm.-
No sé qué decir, más que muchísimas gracias por el comentario tan lindo y, sobre todo, por tomarte el tiempo de leer la historia, ¡varias veces! Lo que más me gusta de escribir es que a alguien más le pueda gustar, así que me quedo feliz.
EliminarEl de la facultad es otro. Yo sólo aparezco de vez en cuando, cuando al otro se le ocurre escribir.
(Igual, me deja tranquilo que me vean normal, jaja).
Saludos!
Awww. Qué linda esceita.
ResponderEliminarEl frío, el café, los besos, dos chiquilinas que se gustan... ¡te dan ganas de ir a un bar a tomar algo con la persona querida.
Muy buena, pibe.
Gracias, Valentina. ¡Aprovechá que hace frío! Café hay por todos lados, el resto, bueno.
EliminarSaludos!
Ah, y cierro mi expresión: !
ResponderEliminarAndo tan distraída últimamente.
Debe ser el frío, ¡todo es culpa del frío en estas fechas!
Eliminarawww
ResponderEliminarsuper bonito y tierno, anónimo te dijo normal , no me gustan esos términos hahahah
bes beso
Pd: con la noticia de marte me acordé de vos y tu cuento, alta premoción guacho.
¿Será que en la facultad parezco normal y todo? Naaaaahhh jaja.
EliminarCapaz que tendría que cobrar propiedad intelectual por lo de Marte, ¡voy a preguntar!
Gracias por pasar, saludos!
hermoso es la palabra mas adecuada, ale.
ResponderEliminaremociona.
la tensión. las sonrisas colgadas, la excusa, la espera...
muy pero muy bueno.
f
Muchas gracias, f. Es lo lindo de que los nervios valgan la pena, no?
EliminarNo pensé presentarlo al concurso, pero porque desconocía su existencia. Habrá que leer las bases, porque si es para sacudir cabezas, ¡acá estoy!
Saludos!
(che... orqué no lo presentás al concurso itau? puede sacudir alguna cabecita...)
ResponderEliminarhola Ale, concuerdo con f
ResponderEliminareste hermoso relato podría ayudar a muchas Paulas y Lucianas
Lamento no poder encontrarte por los pasillos para felicitarte personalmente.
Hola Romina, estuve viendo las bases y no se pueden presentar cuentos que hayan sido publicados en blogs, una pena, pero algo se me va a ocurrir.
EliminarQuedará acá entonces, a la espera de alguna Paula o Luciana que se sienta identificada y tome como suya la historia, porque para eso son las historias, creo yo.
Que pases por el blog y te tomes el tiempo de leer y comentar ya es más que cualquier felicitación, ¡muchas gracias!
Saludos!
Es una vergüenza que recién lo haya leído hoy, pero vos sabés que mi acceso a la computadora es limitado.
ResponderEliminarRealmente está bueno que te vean normal, porque no lo sos del todo. Un tipo de 20 años que escribe estas cosas no está del todo normal. Si encima se suma tu coeficiente intelectual, tu capacidad, tus valores, tu forma de ser, uno no puede decir otra cosa que ESTOY ORGULLOSO DE SER TU PADRE.
Te quiero hijo.
Gus.
Este relato es bellisimo....me enorgullese tu obra pero mas me llena d admiracion lo que trasmitis,sos un impresionante ser humano.Y si hay algo que no sos es normal.....vos sos un ser especial....
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