Apareció una tarde fría y lluviosa, tiempo después de haber desaparecido. Vestía traje y sombrero gris, tenía un aire tanguero de otra época; incluso estaba mucho más flaco. Se acercó por detrás de ella, le tapó los ojos con ambas manos y los dos sonrieron. "No va a ser necesario que te pregunte quién es, ¿no?" le dije a la mujer, segundos antes de que se volvieran a besar como antes. Todos sonreímos otra vez, nunca habíamos imaginado un regreso así.
Los primeros días fueron de inmensa felicidad. Todos hablábamos, gritábamos y reíamos como antes; todos menos él. Su risa era más apagada, fría y gris, como una fotocopia de la que tenía antes. Al principio no lo noté, pero después empezó a molestarme. La molestia dio paso a la preocupación, porque no entendía qué pasaba. ¿Por qué no reía como antes de irse? ¿Por qué había vuelto gris y apagado? Había algo espectral y etéreo en él que me inquietaba, con los días se iba pareciendo a una sombra de sí mismo.
Fue durante una de mis visitas, cuando salí a tomar aire un momento, que escuché una voz lejana y débil. "No es él" me dijo. "No es él" me repitió, más fuerte. "No es él" volví a escuchar, pero esta vez era yo el que hablaba; "no puede ser él, no puede volver, ¡no es él!" grité, dando un portazo para entrar. Y él no estaba, porque obviamente no podía haber vuelto. Y ella, que estaba arrodillada en el suelo, levantó su vista, nos miramos y lloramos juntos. Otra vez, como la primera vez que se fue, lloramos por él. Otra vez, como la primera vez, supimos que no iba a volver.
En ese momento me desperté. Lloraba de verdad; supuse que había gritado dormido, pero no me importó. Me senté en la cama y me dispuse a descifrar el sueño, a entender por qué, después de tanto tiempo, había vuelto como ese hombre gris. Tuve miedo de que realmente hubiera vuelto, pero esas cosas no pasan, así que la explicación debía estar en mí. Pensé un rato largo, repasé cada imagen que podía recordar y finalmente llegué a la respuesta que más me convenció.
Había vuelto, pero sólo por ese momento. Volvió para recordarme que no puede volver, pero que puedo hacer que no se vaya del todo; volvió para pedirme que lo guardara en mi memoria, para poder salir cada vez que algo me lo recordara.
Sonreí y le agradecí. No era necesario pedirme algo que hago desde que se fue, pero había sido bueno volver a verlo.