No se metan con los profesores de Matemática

¿Cómo les va señoras y señores? Sí, estoy escribiendo por segunda vez en la semana, todo un acontecimiento, ¿no? Es que, como había dicho en la última entrada, ahora puedo escribir más seguido, y aprovechando que fue bendecido con la fortuna de no tener clase los sábados, hoy pintó vagancia. Sí, escribir en el blog es un acto de vagancia, pero cuesta bastante. Tengo que pensar una columna nueva habiendo escrito el martes, y las ideas no crecen en los árboles (me subí a uno con tal de encontrar alguna y nada de nada, una cosa rarísima). Así que tengo que poner en práctica mis habilidades de escritor y pensar una nueva entrada.
Comencemos con algo fácil… Ah, si, gracias a Leonel por dejar una sugerencia en los comentarios, es una buena costumbre la de criticar constructivamente. Así que, siguiendo los consejos de Leonel, voy a usar más la tecla "Enter".

 
Ahí está. Dos "enter".

 

 
Tres.
Ya está. Me gusta dejar a los lectores contentos, son pocos y hay que cuidarlos. Así que siguiendo un comentario que hizo Fabio sobre los profesores, hoy quiero explayarme sobre un tema en particular: los profesores de matemática. Son una subespecie de Homo Sapiens que se encargan, generalmente, de intentar introducir conocimientos sumamente abstractos en los cerebros de niños, adolescentes y, como nos llama mi profesor de Ética, adolescentes tardíos. Y no se valen de ningún instrumento estrafalario tipo jeringa, sino que intentan introducir los conocimientos por vía auditiva. Una quimera, definitivamente. Pocas cosas hay más infructuosas que intentar que 20 o más púberes hormonalmente inestables aprendan a usar el método de Báskhara (matemática de cuarto, doy explicaciones a un módico precio, pregunten). Es como pedirle peras al olmo, se lo digo por experiencia. Experiencia de pararme frente a un olmo a gritarle que me diera peras, es casi tan inútil como subirse a él a buscar ideas (árbol de mierda el olmo, que no da ni peras ni ideas, recién cuando lo corté de raíz me di cuenta que daba sombra el pobre tipo).
Enter.
Como les decía, enseñar matemática es algo que unos pocos valientes se atreven a intentar (y aprender matemática ni les cuento, la decimotercera tarea de Hércules debería haber sido una inecuación racional). Pero que hay gente que lo intenta no lo voy a negar. Uno los ve a los profesores de matemática y se imagina todas las letras que pasan por esas cabecitas, x más y a la dos por log de 4 en base 7 y la rep... que parió al pendejo que está jugando con la calculadora, tremendo pelotudo y escribiendo palabras con los números. Eso piensa un profesor de matemática mientras garabatea fórmulas en el pizarrón (o pizarra, queda librado a la imaginación del lector).
Estas actitudes de los estudiantes son las que, a lo largo de las décadas, ha llevado al Homo Sapiens Calculus (nombre científico de esta especie) ha una evolución que progresivamente lo ha transformado en un ser rencoroso, exigente y sádico. Tanto los hemos molestado o ignorado o ambas, que ahora estos profesores se regodean con nuestras caras al ver un cúmulo de "equises" separados por signos y líneas. Son buena gente, pero tienen, según mi teoría, un gen específico que se activa a edad temprana cuando el niño o niña dice "de grande quiero ser profesor de matemática", y los transforma en seres insensibles a las súplicas de sus futuros alumnos. Ojo, no estoy diciendo que me caigan mal los profesores de matemática, me gusta esta ciencia. Bueno, más o menos me gusta, dependiendo del profesor, pero no es el punto si me gusta o no. El punto es que esta especie que nosotros mismos creamos es como una encía retraída: no puede mejorar, pero tiene todas las chances de empeorar si los seguimos jodiendo.
Así que mi consejo es: no jodan a los profesores de matemática, porque bajo esa cubierta de profesor/a con onda se esconde una persona que disfruta del sufrimiento de otros frente a las exigencias estudiantiles. Trátenlos bien, y recibirán un trato igual de su parte, se lo digo por experiencia: nunca molesté a un profesor de matemática, le he dado bola a todos, y a todos les caí bien. No, no soy un alcahuete, es un tema de respeto. Y por favor, no se empeñen en hacer creer a sus hermanos, parientes o amigos más jóvenes de que las matemáticas son algo molesto, porque sus hijos conocerán las consecuencias. Disfruten, aunque cueste, de despejar equis y factorizar. Hay cosas peores (ya hablaré de la misteriosa capacidad que tienen los profesores de Filosofía para dormir a ¾ de una clase).
Mientras tanto, estudien.
Y entren seguido al blog, que en cuanto tenga un rato escribo algo nuevo. Y si pueden, dejen sugerencias en los comentarios; noten que esta columna fue hecha pura y exclusivamente con ellas.
Y por favor, no se la agarren con los olmos, ellos no tienen la culpa.

 

 

 
P.D.: Me olvidaba de hacer unas preguntas: ¿hoy viernes 13 de marzo no se debe comer carne? ¿Por qué? ¿Quedó mal que hoy comiera sándwiches de jamón en el PreU? Desde ya, Opposing Force da las gracias.