domingo, 14 de julio de 2013

Domingo

La brisa lo encontró leyendo, sobre el pasto, en una típica tarde de octubre.  Los rayos de sol que caían suavemente daban al domingo su tranquilidad característica, interrumpida sólo por los gritos de niños que jugaban lejos, muy lejos, en el otro extremo de la plaza. Este era su rincón, su puerta de entrada al mundo de papel y tinta que tanto extrañaba durante la semana. Este era su día de lectura, en soledad, lejos de preocupaciones y desafíos. Este era su momento, hasta que levantó la vista para descubrir que su mundo era invadido.
La vio sentarse a unos metros, sobre el pasto y libro en mano al igual que él, desconectada del mundo que la rodeaba, como él. Se preguntó si lo habría visto, pero no reconoció ningún gesto detrás de aquellos lentes cubiertos por la rubia melena, brillante como la tarde misma. Parecía estar en su propia burbuja, tal y como él había querido estar hasta que la vio llegar; aún sentados frente a frente, separados por un solo retazo verde, ella desconocía la presencia de él.  Y él pensaba.
No podía ser casualidad que ese día, en ese momento, ella también hubiera elegido ese lugar para sentarse a leer. Más aún, no entendía cómo el azar podía poner frente a él aquel rostro enrojecido por el calor sin que ello fuera una señal, por lo que no podía volver a su mundo de papel sin intentar compartirlo con ella.
Ya sabía qué hacer. Esperaría a que ella lo viera, para compartir una sonrisa amistosa. Ella respondería con otra sonrisa, notando además el libro en sus manos. Él le preguntaría, mediante gestos, si habría lugar para un lector más en su espacio. Ella asentiría con entusiasmo pues, al fin y al cabo, la plaza era enorme y había lugar de sobra. Una vez juntos, conversarían acerca de sus libros, sus autores favoritos y demás, para dar paso a una charla más personal. Compartirían gustos, costumbres y opiniones hasta que el sol comenzara a ocultarse y cada uno siguiera su camino, con ganas de volver a verse.
Pasados los días, él la llamaría y se encontrarían. Podrían ir al cine, al teatro o a donde ella quisiera, pues él no sabía mucho sobre citas. El éxito en la primera llevaría a las siguientes, y así iniciarían una relación. Superarían los problemas que se presentaran, encontrando la manera de anteponer su amor a los contratiempos y seguir adelante, siempre adelante. Con el tiempo se mudarían juntos, remodelarían su hogar a gusto y ella elegiría las cortinas. Disfrutarían de la convivencia, pues sobrevivirla no sería suficiente; pasados los años, durante un almuerzo familiar, anunciarían la formalización de su vínculo. Recibirían felicitaciones, besos y abrazos, para luego comenzar a planear el evento. Junto con los nervios y la ansiedad llegaría el día y sería el comienzo del resto de sus vidas, como lo había sido, en cierta medida, aquella tarde en la plaza. Esperarían un tiempo hasta sentirse listos y comenzarían a formar su propia familia. Criarían a sus hijos de la mejor manera posible para verlos crecer, tropezar y aprender, hasta verlos marcharse; entonces caerían en la cuenta de que olvidaron verse envejecer y dedicarían más tiempo a ellos mismos. Dejarían sus trabajos y compartirían nuevas horas de lectura, recuperando el tiempo invertido en otros asuntos. Así, vivirían juntos hasta que uno partiera y el otro extrañara; entonces, aquel que quedara, esperaría el momento de volver a encontrarse.
Con el plan preparado, salió de su ensimismamiento y descubrió que ella lo observaba. Dudó por un segundo o dos, pero enseguida respiró profundamente, bajó la vista y se decidió a continuar con su lectura.

Después de todo, pensó, parecía demasiado esfuerzo para un domingo.

8 comentarios:

  1. Extraordinario!!!, como cada cosa que has escrito, por lo menos desde que descubrí tu veta literaria...

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  2. ¡Eso pasa por planificar demasiado! Muy bueno, me encantó

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    1. ¡Gracias! Es un problema encontrar la cantidad justa de planificación...

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  3. Decile al nabo que se anime ;)me encantó

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    1. Pobre, no lo presiones... ¡Me alegro de que te haya gustado!

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  4. Jajaja, este es más "Alejandrístico".
    Mucha ironía, algo de ácido, unas gotas de romanticismo y mucha planificación! Hasta el cansancio!
    Entonces, mejor no encarar. Qué necesidad de complicarse la vida, no?
    Brillante hijo, como siempre...
    Abrazo, Papá

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    1. Jajaja es cierto... Gracias por pasar, leer, comentar y todo. Me pone re contento que lo leas y te guste. Abrazo grande!

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